El Bosque de los Gigantes Amigables



En un rincón lejano del mundo, había un bosque mágico llamado El Bosque de los Gigantes Amigables. Allí vivían unos animales gigantes que eran grandes, no solo en tamaño, sino también en corazón. Entre ellos estaban Tito, el elefante volador; Lila, la jirafa arcoíris; y Tomás, el oso que hacía malabares.

Un día, mientras los animales se divertían en el claro del bosque, Lila, la jirafa, notó algo extraño en el cielo.

"¿Vieron eso?" - exclamó Lila con su voz suave y musical. "Hay algo brillando entre las nubes."

Tito, que siempre estaba preparado para una aventura, dijo:

"Vamos a averiguarlo. ¡Yo puedo volar!"

Todos se entusiasmaron y, con la ayuda de Tito, se elevaron por los aires para buscar la misteriosa luz. Pero al acercarse, fueron sorprendidos por un brillante destello que los envolvió en una nube de colores. Al aterrizar, se dieron cuenta de que estaban en un lugar desconocido: El Valle de los Desaparecidos.

"¿Dónde estamos?" - preguntó Tomás, mientras hacía malabares con algunas piedras que encontró en el suelo.

"Este es un lugar donde los animales vienen a buscar tesoros, pero muchos se han perdido aquí intentándolo. ¡Debemos ayudarlos!" - respondió Lila.

Los amigos decidieron aventurarse por el valle. Comenzaron a buscar a los animales desaparecidos, pero pronto se encontraron con una gran roca que bloqueaba el camino. No podían pasar.

"Necesitamos pensar en un plan. Tito, ¿podés volar arriba de la roca y ver qué hay del otro lado?" - sugirió Lila.

"Buena idea, ¡allá voy!" - respondió Tito, lanzándose hacia el cielo.

Desde lo alto, Tito vio un grupo de pequeños animalitos atrapados en la parte trasera de la roca.

"¡Hay criaturas aquí!" - gritó Tito emocionado. "Son conejitos y zorros, no pueden salir."

"¡No se preocupen!" - dijo Tomás, que estaba pensando en cómo ayudarles. "Podemos hacer una cadena. Lila, usa tu largo cuello para alcanzarlos y Tito nos empuja desde arriba."

Los amigos formaron una cadena: Tito dio un empujón, Lila estiró su cuello y, con la ayuda de Tomás, lograron rescatar a los animalitos.

"¡Gracias, gigantes amigos!" - dijeron los conejitos con alegría. "Pensamos que nunca saldríamos de aquí."

El grupo siguió buscando, y pronto se encontraron con un río caudaloso. La corriente era fuerte y parecía imposible de cruzar.

"Aquí no podemos seguir. ¡Es muy peligroso!" - gritó Tomás.

"Quizás podríamos hacer un puente con nuestras habilidades." - propuso Lila.

Así que, juntos, pensaron en cómo construir un puente. Tito voló muy alto y recogió algunas ramas, mientras que Lila usó su cuello para sostenerlas firmemente. Tomás, con su fuerza, ayudó a apilar las ramas y, después de mucho esfuerzo, lograron crear un puente.

Crucieron el río y, al otro lado, vieron a más animales que estaban atrapados en un círculo de espinas.

"¡Ayúdennos!" - suplicaron los zorros.

"No se preocupen, ¡vamos a liberarles!" - dijo Lila, viéndolos desde su altura.

Los amigos se pusieron a trabajar: Tomás usó su fuerza para abrir las espinas, mientras Tito volaba por encima de ellos recogiendo aves que podían ayudar.

Después de varias horas de trabajo en equipo, todos los animales del valle estaban libres.

"¡No podemos creerlo! ¡Son verdaderos héroes!" - afirmaron al unísono los animalitos recuperados.

"No podríamos haberlo hecho sin la ayuda de todos ustedes!" - sonrió Lila.

Así, los animales regresaron al Bosque de los Gigantes Amigables, donde todos se unieron a una fiesta en agradecimiento por su valentía y trabajo en equipo. Tito, Lila y Tomás se dieron cuenta de que, aunque eran gigantes, la verdadera grandeza reside en ayudar a los demás y en trabajar juntos.

Desde entonces, El Bosque de los Gigantes Amigables se llenó de alegría y amistad, y cada día era una nueva aventura, siempre recordando que la unión hace la fuerza y que la amistad es el mejor tesoro de todos.

FIN.

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