El Bosque de los Números Naturales



En un lugar lejano, había un bosque mágico llamado el Bosque de los Números Naturales. Este bosque era inhabitado, pero tenía un secreto: todos los números naturales habitaban en sus ramas. Un día, un grupo de amigos, Tomás, Lucía y Facundo, decidieron aventurarse en el bosque para descubrir su magia.

"¿Qué pasará si encontramos a los números?" - preguntó Tomás, con los ojos brillando de emoción.

"Tal vez podamos aprender a usarlos, como en matemáticas" - dijo Lucía, entusiasmada por la idea.

"Ojalá podamos contar algo juntos" - agregó Facundo con una sonrisa.

Los tres amigos caminaron por el bosque y encontraron un antiguo roble en el centro. En sus ramas, había un gran cartel que decía: "Bienvenidos. Aquí comienza el viaje de los números naturales. ¡Contemos juntos!".

"¡Miren!" - exclamó Lucía, viendo cómo de las ramas del roble comenzaban a descender unos pequeños números, uno por uno.

Los números eran alegres y juguetones. Primero llegó el número uno, que llevaba una pequeña banderita.

"¡Hola, soy el Uno!" - gritó, saltando de una rama a otra.

Los amigos respondieron: "¡Hola, Uno! ¿Qué haces aquí?".

"Soy el principio de todo. Sin mí, ¿cómo podrías contar? Acompáñenme, hay mucho por descubrir" - dijo el Uno con entusiasmo.

Al poco tiempo, se les unió el número dos que llevaba un sombrero de copa.

"¡Hola, soy el Dos!" - presentó con una reverencia.

"Bienvenido, Dos. ¿Qué más puedes enseñarnos?" - preguntó Facundo.

El Dos sonrió y dijo: "Yo te enseño a sumar. Si uno más uno es igual a dos, ¡ven!" - los llevó a una pequeña cueva adornada con hojas de varios colores.

Dentro había piedras de diferentes tamaños.

"Miren, si tomas una piedra (uno) y le sumas otra piedra (uno), tienes dos piedras" - explicó el Dos mientras juntaba las piedras.

Los amigos se alegraron y siguieron explorando. Luego conocieron al número tres, que estaba construyendo una pirámide con piedras.

"¡Hey, soy el Tres!" - dijo, colocando la última piedra en su pirámide.

"Hola, Tres. ¿Qué estás haciendo?" - preguntó Lucía curiosa.

"Estoy enseñando a multiplicar. Si tengo tres pirámides y cada una tiene dos piedras, ¿cuántas piedras tengo en total?" - el Tres miró a sus nuevos amigos, invitándolos a participar.

Tomás se rascó la cabeza. "Ehh... es como sumar varias veces, ¿verdad?"

"¡Exacto! Tres veces dos es igual a seis" - dijo, haciendo cuentas con un gestito divertido con los dedos.

Emocionados por el descubrimiento de la multiplicación, siguieron su camino y encontraron al número cuatro, que estaba en una cueva construyendo una casa.

"¡Hola, chicos! Soy el Cuatro. Estoy construyendo algo especial, ¿quieren ayudar?" - ofreció.

"¡Sí! ¿Qué tenemos que hacer?" - respondió Facundo, ya con ganas de ayudar.

"Con las piedras que tenemos, pueden ayudarme a armar la base. Cuatro piedras en cada esquina, eso hace un total de ocho" - explicó el Cuatro._

Los amigos juntaron las piedras, sumando y multiplicando en medio de risas, dejaron la base lista y decidieron seguir explorando.

Pronto llegaron a un claro iluminado, donde encontraron al número cinco, que lucía triste.

"¿Qué te pasa, Cinco?" - preguntó Lucía, viendo su expresión.

"No sé cómo seguir creciendo. Todos los demás son más grandes" - lamentó el número.

"Pero tú también eres grande, ¡mira!" - dijo Tomás tratando de consolarlo.

"Sí, pero ya no puedo sumarte más aquí" - respondió el Cinco.

Facundo pensó por un momento y dijo "¿Y si probamos la suma diferente? ¿Cuánto vale uno más uno más uno... hasta que llegamos a cinco? ¡Podemos sumar todos juntos!".

Los otros números se unieron a la propuesta e incluso empezaron a saltar y reír. "¡Uno más uno más uno más uno más uno!" - gritaron juntos, y en el momento en que decían la última suma, un destello mágico llenó el bosque.

El árbol brilló y un viento suave hizo que los números se sintieran felices.

"¡Gracias! No hacía falta ser más grande para ser importante. ¡Cada uno de nosotros tiene un papel en este bosque y en las matemáticas!" - dijo el Cinco, ahora radiante de alegría.

Los amigos se abrazaron, emocionados por lo que habían aprendido. Agradecieron a los números y prometieron nunca olvidar cómo sumar, restar, multiplicar y hasta dividir.

"¿Volvemos a nuestra casa?" - sugirió Lucía.

"Sí, pero siempre recordaremos el bosque y su magia" - agregó Tomás mientras se despedían de sus nuevos amigos números que danzaban en el aire.

Al salir del bosque, los amigos se dieron cuenta de que no solo habían aprendido sobre números, sino también la importancia de la amistad, la colaboración y que cada uno tiene su lugar en el gran universo de las matemáticas. Y así, se fueron, llevando consigo el mágico secreto del Bosque de los Números Naturales, donde cada número contaba y cada suma y resta del día a día seguía su rumbo con alegría.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!