El bosque de los pactos secretos



Era un día de verano cuando Sofía, Tomás y Ana decidieron aventurarse al bosque cercano a su pueblo. De pequeños, habían hecho un pacto de amistad, donde prometieron cuidarse y protegerse siempre, una promesa que parecía haber caído en el olvido con el paso del tiempo. Pero aquel día, al entrar al bosque, algo cambió.

Mientras caminaban por entre los árboles altos y frondosos, de repente, el aire se volvió denso; colores vibrantes comenzaron a envolverlos. Sofía tocó una hoja metálica que brillaba como el oro.-

- “¡Miren esto! ” -exclamó con una sonrisa. Al instante, una luz iluminó todo el bosque, y los tres amigos sintieron una extraña corriente en sus manos.

- “¿Qué está pasando? ” -preguntó Tomás, un poco asustado.

- “No lo sé, pero ¡es increíble! ” -respondió Ana, deslumbrada por el espectáculo.- “Siento que podemos hacer algo especial.”

Así, decidieron experimentar. Juntos, levantaron las manos y, a su alrededor, el bosque comenzó a cobrar vida: las flores florecían al instante, los árboles se movían con melodías suaves, e incluso los animales se acercaban curiosos.

- “Esto es asombroso, pero… ¿qué significa? ” -murmuró Sofía, contemplando a su alrededor con un gran asombro.

- “Quizás nuestro pacto hace más de diez años ha despertado algo en nosotros,” -sugirió Tomás.

- “¡Sí! ¡Siempre estuvimos unidos por ese pacto! ” -afirmó Ana.

Mientras disfrutaban de sus nuevos poderes, comenzaron a notar que no era todo tan fácil. Cuando intentaban controlar la magia, a veces sucedían cosas inesperadas: una nube oscura aparecería y causaría lluvias, o un grupo de ardillas caía del árbol en vez de treparlo.

- “Esto no está saliendo como esperábamos…” -dijo Sofía, viéndose rodeada de animales asustados.

- “Tal vez debamos ser más cuidadosos,” -sugirió Tomás.- “No podemos jugar con cosas que no entendemos.”

Los amigos se sentaron en un claro del bosque, donde los rayos del sol filtraban suavemente a través de las hojas.

- “Tenemos que aprender a controlarlo, no solo a disfrutarlo,” -propuso Ana.

Dedicaron las siguientes semanas a practicar y a entender su conexión con la naturaleza. Experimentaron con pequeños trucos: hicieron crecer unas flores en la palmera, controlaron el viento para que soplara suavemente y hasta lograron que las hojas hicieran danzas en el aire.

Un día, mientras jugaban cerca del arroyo, una idea surgió entre ellos:

- “¿Y si compartimos nuestros poderes con el pueblo? ” -preguntó Sofía emocionada.

- “Podríamos ayudar a los ancianos a cuidar sus jardines, o traer alegría a los niños,” -se entusiasmó Tomás.

Decidieron organizar un día especial en el pueblo. Prepararon actividades en las que podían mostrar lo que habían aprendido, cuidando siempre de estar en armonía con la magia que los rodeaba. La gente llegó curiosa y sorprendida por lo que los tres amigos podían hacer.

- “¡Sofía! ¡Tomás! ¡Ana! ¡Son unos héroes! ” -gritó un niño.

- “No somos héroes, somos amigos que aprendieron a cuidar de su magia,” -respondió ana con una sonrisa.- “Todos podemos hacerlo, solo hay que creer en la amistad y cuidarnos unos a otros.”

Así, con el tiempo, el bosque se convirtió en un lugar de encuentro para todo el pueblo. Todos aprendieron a cuidar de la naturaleza y a vivir en armonía. El pacto que habían hecho en la infancia no solo los había unido a ellos, sino a toda la comunidad.

Y así, Sofía, Tomás y Ana no solo aprendieron sobre el poder de su pacto, sino sobre el verdadero significado de la amistad, la confianza y la responsabilidad de cuidar lo que les rodea.

Juntos, prometieron seguir aprendiendo y compartiendo su magia con el mundo. Y, en ese bosque lleno de secretos, se mantuvo vivita la chispa de la amistad que había comenzado en su infancia.

FIN.

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