El Bosque de los Sueños
En un rincón escondido del bosque mágico, donde los árboles susurraban secretos y las flores brillaban con colores nunca vistos, vivía un duende llamado Lúculo. Lúculo era un duende travieso, conocido entre sus amigos por hacer bromas y jugarles trucos a las criaturas del bosque. Pero en el fondo de su corazón, había algo que deseaba más que todo: encontrar el amor verdadero.
Un día, mientras recolectaba bayas en el claro del bosque, Lúculo escuchó una melodía suave y melodiosa.
"¿Quién canta tan hermoso?" - se preguntó mientras seguía el sonido.
Al acercarse, se encontró con una hada llamada Lumina, que danzaba entre las flores iluminadas por el sol.
"¡Hola! Soy Lúculo, el duende bromista. ¿Quién sos vos?" - se presentó con una sonrisa picarona.
"¡Hola, Lúculo! Soy Lumina, el hada de la luz. Encantada de conocerte" - contestó Lumina mientras giraba en el aire, dejando una estela de polvo de estrellas.
Lúculo quedó fascinado por la belleza de Lumina, y decidió que quería ganarse su corazón.
"¿Te gustaría venir a jugar conmigo?" - le preguntó.
"Claro, pero sólo si prometés no hacerme ninguna broma fea" - respondió Lumina con una sonrisa intrépida.
Así comenzó una hermosa amistad. A medida que pasaban los días, Lúculo se dedicó a hacer que Lumina se sintiera especial. Organizó picnics con frutas mágicas, construyó puentes con hojas y ramas para que pudieran cruzar ríos brillantes, y cada día la sorprendía con un nuevo juego.
Sin embargo, un día, un antiguo hechizo que había sido lanzado sobre el bosque empezó a volver a la vida. Las criaturas comenzaron a perder su color y alegría. El hada de la tristeza, llamada Melancora, apareció en el bosque, esparciendo su oscuridad.
"¿Qué está pasando?" - preguntó Lúculo, angustiado.
"He venido a robarles toda la felicidad" - dijo Melancora con voz sombría. "¿Acaso no han aprendido que la felicidad no es eterna?"
Entonces, Lumina se acercó a Melancora con valentía y le dijo:
"¡No! La felicidad es algo que debemos compartir y cuidar, deberían saberlo."
Lúculo, viendo la valentía de Lumina, decidió que juntos podían luchar contra Melancora. Entonces se le ocurrió un plan.
"Lumina, hagamos una gran fiesta y invite a todos los seres del bosque. La alegría de todos puede derrotar a Melancora."
Lumina asintió con confianza, y juntos comenzaron a organizar la celebración. Invitaron a todos los duendes, hadas, y criaturas del bosque. Ese día, el bosque se llenó de música, risas y luz.
Cuando Melancora llegó, vio la fuerza de la felicidad colectiva. La risa de los pequeños duendes, los bailes brillantes de las hadas, y la alegría de todos hicieron que su poder se debilitara.
"¿Qué es esto? No puedo soportar tanta alegría" - gritó Melancora, mientras el color regresaba al bosque.
Al ver la luz refulgir y la oscuridad desvanecerse, Lúculo decidió que era el momento de hablar.
"Melancora, la felicidad no es sólo un momento, es un sentir diario y queremos compartirla contigo."
Lumina asintió, extendiendo su mano hacia Melancora:
"Si te unes a nosotros, también puedes ser parte de esta alegría. No necesitas seguir sola en la tristeza."
Tras mirar a su alrededor y ver la bondad en los ojos de todos, Melancora se sintió conmovida.
"¿De verdad puedo ser parte de esto?" - preguntó con tono incierto.
"Sí, todos merecen ser felices, incluso tú" - respondió Lúculo con una sonrisa.
Melancora, tocada por la amabilidad, accedió. Con su aceptación, el bosque comenzó a florecer aún más, y la alegría se expandió como el brillo de una estrella.
Desde ese día, Melancora se convirtió en parte del bosque mágico, ayudando a mantener el equilibrio entre la tristeza y la felicidad. Lúculo y Lumina, por su coraje y amor, se hicieron inseparables, guardianes del bosque mágico, enseñando a todos los seres que la verdadera felicidad es la que se comparte.
Y así, el bosque de los sueños quedó para siempre lleno de risas y amor, donde la amistad y la luz siempre brillan en los corazones de quienes creen en la magia.
FIN.