El Bosque de los Sueños
Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía un niño llamado Tomás. Era muy curioso y le gustaba explorar. Un día, mientras jugaba cerca de su casa, escuchó un rumor sobre un bosque mágico que otorgaba deseos a aquellos que se atrevían a entrar. Tomás, emocionado, decidió ir a buscar la tan famosa caverna del bosque.
Rápidamente se adentró en el bosque. Los árboles eran altísimos y el sol apenas se filtraba entre las hojas. Mientras corría, no se dio cuenta de que se alejaba más y más de su hogar. Sin aviso, se encontró ante la entrada de una caverna oscura. Sin pensarlo dos veces, cruzó el umbral, pero en cuanto lo hizo se asustó bastante.
- ¡Es muy oscuro aquí! - murmuró Tomás, sintiendo que su corazón latía rápido.
El eco de su voz resonó en la caverna. Sin embargo, mientras avanzaba un poco, comenzó a notar que no estaba solo. Una suave luz azul apareció en el centro de la caverna y se transformó en una pequeña criatura que reía alegremente.
- ¡Hola! - dijo la criatura, que se parecía a una especie de duende azul. - No tengas miedo, soy Lúmina, el guardián de este lugar.
- ¡Hola! - respondió Tomás, un poco más tranquilo. - ¿Qué es este lugar?
- Esta es la Caverna de los Sueños, donde los deseos se hacen realidad si tienes el valor de pedirlos. Pero debes ser muy sincero, porque el bosque solo responde a los verdaderos deseos de tu corazón.
Tomás pensó un momento y recordó su mayor deseo: quería que su mamá sonriera siempre. Desde que su papá se había ido, su mamá parecía triste y eso lo preocupaba.
- Mi deseo es que mi mamá sea feliz de nuevo - confesó el niño.
Lúmina sonrió. - ¡Es un deseo muy noble! Pero para que se haga realidad, debes encontrar una manera de hacerlo tú mismo. A veces, los deseos más poderosos están en nuestras propias acciones.
- ¿Cómo puedo hacerlo? - preguntó Tomás, dándole vueltas a la cabeza.
- Ve y encuentra los colores del buen humor. En esta caverna están escondidos: el brillo del sol, la sonrisa de un amigo y la risa de un niño. Si consigues reunirlos, tu deseo se cumplirá.
Tomás sintió una mezcla de emoción y desafío. Lúmina le dio un pequeño mapa y él se aventuró por la caverna en busca de los colores del buen humor. Encontró el brillo del sol en un hermoso cristal que reflejaba la luz, escuchó la risa de otros niños que jugaban en el bosque y un amigo que se unió a su búsqueda, saltando y cantando.
Juntos encontraron el cristal que contenía la sonrisa de un feliz duende, que prometió compartirla si se la pedían de corazón. Cuando Tomás recorrió el camino de regreso hacia Lúmina, se dio cuenta de que había disfrutado cada momento de su búsqueda.
- ¡Lo logré! - exclamó, feliz.
- Has hecho un gran trabajo, Tomás - dijo Lúmina, mientras los colores brillantes danzaban a su alrededor. - Ahora, alza tus manos y comparte tu deseo con el bosque.
Tomás, sintiendo más confianza que nunca, cerró los ojos y dijo: - Deseo que mi mamá sea feliz y que juntos podamos crear muchos momentos llenos de sonrisas.
De repente, una brillante luz iluminó toda la caverna. Los colores comenzaron a mezclarse, y Lúmina sonrió. - Tu deseo ha sido escuchado. Recuerda que a veces, dar es la mejor manera de recibir.
Cuando Tomás salió de la caverna, el sol brillaba intensamente. Corrió hacia su casa, sintiendo en su corazón que había aprendido una valiosa lección. Con cada pequeño gesto amable, ponía una chispa de felicidad en la vida de su madre.
Desde aquel día, Tomás se dedicó a hacer feliz a su mamá, planificando sorpresas y sacando sonrisas. Nunca olvidó la Caverna de los Sueños ni los colores del buen humor, que le enseñaron que los deseos también requieren esfuerzo y amor.
Y así, el bosque quedó lleno de risas, momentos felices y un niño dispuesto a iluminar el mundo de aquellos que ama, recordando siempre que la verdadera magia está en lo que creamos con nuestros propios corazones.
FIN.