El Bosque de los Sueños



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Cuentilandia, donde los árboles susurraban y el viento contando historias. En este lugar mágico vivía una niña llamada Lucía, quien tenía un sueño muy especial: quería convertirse en la mejor narradora de cuentos del mundo.

Un día, mientras exploraba un rincón del bosque cercano, Lucía encontró un libro antiguo cubierto de polvo. Emocionada, lo abrió y descubrió que estaba en blanco. Sin embargo, al tocar sus páginas, la niña sintió una chispa de magia.

- ¿Qué es este libro? - se preguntó Lucía, mientras olfateaba el aroma de papel viejo.

Al instante, una voz suave la sorprendió.

- ¡Hola, Lucía! Soy el Guardián de los Cuentos. Este libro se llena de historias cuando alguien tiene algo emocionante que contar. Pero necesita tu ayuda, ya que ha estado vacío por mucho tiempo.

- ¿Cómo puedo ayudar? - preguntó Lucía con entusiasmo.

- Debes vivir aventuras y compartir tus experiencias. Cada vez que cuentes algo que te haya emocionado, el libro se llenará de palabras y el bosque cobrará vida con nuevas historias - explicó el Guardián.

Lucía no lo dudó, se despidió del Guardián y decidió empezar su viaje. Al salir del bosque, encontró a su amigo Mateo, un niño que siempre le decía a Lucía que los cuentos eran solo para chicas.

- ¡Mateo! ¡Encontré un libro mágico! - gritó Lucía.

- ¿Y a mí qué me importa? - respondió él, con una sonrisa burlona.

- ¡Espera! Si venís conmigo a vivir una aventura, ¡te mostraré lo increíble que puede ser contar historias! - le propuso Lucía.

Mateo, intrigado, accedió y juntos decidieron ir a la cima de la colina más alta del pueblo. En el camino, descubrieron un río de aguas cristalinas y decidieron jugar un rato.

- A ver quién puede saltar más lejos - desafió Mateo, mientras se preparaba.

- ¡Yo puedo! - gritó Lucía, llena de confianza. Pero al saltar, resbaló y cayó directamente al agua.

- ¡Lucía! - exclamó Mateo, riendo.

- ¡Qué gracioso! - respondió Lucía, salpicándole agua - Esto sí que será un cuento divertido.

Después de jugar, llegaron a la cima y se sentaron jadeantes. El paisaje era mágico, el sol se ponía y el cielo se llenaba de colores.

- Mirá, Mateo, todos esos colores... ¿no te hace sentir algo especial? - preguntó Lucía.

- Mmm... sí, un poco, pero no sé qué - dijo Mateo, rascándose la cabeza.

- ¡Es un sentimiento hermoso! - exclamó Lucía - ¡Esto será nuestro primer cuento!

Al regresar al pueblo, Lucía se despidió de Mateo.

- Gracias por acompañarme, ¡fue una gran aventura! - sonrió.

- Bueno, al final no fue tan aburrido. Igual, sigo pensando que los cuentos son para chicas - se río Mateo.

Pero al día siguiente, Lucía volvió al bosque con su libro. Al contar su aventura, el libro comenzó a llenarse de palabras brillantes.

- ¡Asombroso! Ahora entiendo dónde está la magia - pensó emocionada.

Ese mismo día, decidió que debía invitar a más amigos a vivir aventuras. Llamó a Ana, su amiga aventurera.

- ¡Ana! ¡Vení a ver lo que encontré! - gritó Lucía.

- ¿Qué descubriste? - preguntó Ana, intrigada.

- Un libro mágico que necesita cuentos. ¡Vamos a vivir algo emocionante y contarle al libro! - replicó Lucía.

Ana estaba encantada y, juntas, decidieron escalar un árbol gigante que estaban seguros que nadie había explorado antes. Al llegar a la cima, se encontraron con un nido de pájaros.

- ¡Mirá! ¡Qué lindo! - exclamó Ana.

- Podemos contarle al libro que subimos a ver los pájaros - dijo Lucía.

En la aventura también tenían un pequeño globo que, por descuido, voló. Sin pensarlo, Lucía decidió seguirlo hasta una pequeña cueva, encontrando gemas y piedras brillantes.

- ¡Esto va a ser un cuento increíble! - dijo, mientras escribía frenéticamente.

Cuando regresaron al pueblo, regresaron exaltadas contando sobre su encuentro con los pájaros y las gemas.

Pero un giro inesperado llegó cuando un grupo de niños del barrio, que nunca antes había escuchado de sus aventuras, se acercaron.

- ¿De qué están hablando? - preguntó una niña llamada Sofía.

Lucía, emocionada, le mostró el libro y lo invitó a contar sus propias historias. Todos los niños se unieron, brindando ideas y experiencias.

- ¿Sabías que también podemos hacer un club de cuentos? - sugirió Mateo, un poco avergonzado - Así todos pueden contar juntos.

Al final del día, todos juntos decidieron que compartir historias era mucho más divertido que competir entre ellos. El libro se llenó tanto que el Guardián apareció nuevamente, esta vez con una gran sonrisa.

- ¡Excelente! Han hecho crecer el bosque con su valentía y amistad. Cada aventura compartida es una semilla que florece en cuentos.

Lucía sintió que su sueño de ser la mejor narradora de cuentos se estaba convirtiendo en realidad, pero sobre todo, comprendió que la magia de contar historias era aún más fuerte cuando era compartida con amigos.

Y así, en Cuentilandia, el bosque nunca dejó de susurrar historias nuevas, llenas de risas, aventuras y la magia de la amistad. De ahora en más, todos los niños tenían un lugar donde sus sueños crecían y florecían.

Fin.

FIN.

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