El Bosque de los Sueños



En un rincón del mundo donde los árboles susurraban secretos y el aire llevaba consigo el canto de las aves, vivía una pequeña comunidad indígena llamada los Teyú. Entre ellos, había una niña llamada Kiri, con una curiosidad tan grande como el cielo. Kiri pasaba horas explorando el bosque que rodeaba su aldea, observando las plantas y animales que lo habitaban.

Un día, mientras caminaba por un sendero lleno de flores luminosas, Kiri se encontró con un colibrí que parecía distinto a los demás. Tenía un brillo dorado en sus plumas y una energía que la cautivó.

"¡Hola, pequeña! Soy Nayru, el colibrí dorado. He venido a buscarte porque el bosque necesita tu ayuda", dijo el colibrí, revoloteando alrededor de Kiri.

Kiri se quedó sorprendida. "¿Yo? Pero soy solo una niña. ¿Qué puedo hacer yo?"

Nayru se posó en una rama baja. "Cada uno de nosotros, por pequeño que sea, puede hacer una gran diferencia. El bosque está perdiendo su magia, y muchas especies están desapareciendo. Necesitamos que hables con los mayores de tu comunidad y les cuentes lo que has visto."

Kiri sintió un ardor en su corazón. Nunca antes había pensado que podría hacer algo tan importante. "Está bien, Nayru. Hablaré con ellos, pero ¿cómo puedo ayudar además de eso?"

"Aún hay más que puedes hacer. Reúne a tus amigos y organicen actividades para cuidar el bosque, como plantar árboles y limpiar los ríos. Hay que enseñar a otros sobre la importancia de cada ser vivo muy especialmente a aquellos que no creen en la magia del bosque", respondió Nayru.

Con el apoyo de Nayru, Kiri comenzó a elaborar un plan. Reunió a sus amigos, Ani, un niño que dibujaba con lápices de colores hasta en el suelo, y Luis, quien tenía el don de contar historias cautivadoras. Juntos, decidieron crear un festival en el que celebrarían la biodiversidad.

El día del festival llegó. La gente de la aldea se reunió para disfrutar de danzas, música y cuentos sobre los árboles, animales y el agua. Kiri y sus amigos contaron la historia de Nayru y su llamado a cuidar el bosque.

"Escuchen, necesitamos proteger nuestro hogar. Cada planta y animal tiene un lugar importante aquí. La pérdida de uno de ellos significa más que solo un adiós, significa perder un pedazo de nuestro mundo", dijo Kiri, con la voz firme.

Al finalizar el festival, varios adultos, inspirados por las palabras de los niños y por la mágica presencia de Nayru, comenzaron a realizar cambios. Decidieron implementar un programa de conservación que incluiría plantaciones de árboles y limpieza de ríos, y con el tiempo también la enseñanza sobre la biodiversidad a las nuevas generaciones.

Sin embargo, no todo fue sencillo. Un día, un grupo de personas de fuera de la comunidad llegó, planeando talar parte del bosque para construir un centro comercial.

Kiri se sintió desesperada. "No podemos dejar que eso pase, Nayru. Hemos trabajado tanto por este bosque. Necesitamos detenerlos."

Nayru asintió gravemente. "Es momento de ser valientes, Kiri. Vamos a mostrarles la belleza de lo que están a punto de destruir."

Kiri, junto a sus amigos, organizó una manifestación pacífica donde todos llevarían carteles con dibujos de los animales y plantas que habitaban el bosque.

En la jornada, Kiri hizo un llamado. "Si este bosque se va, también se irá la vida que lo acompaña. Ven, venid a conocer a nuestros amigos, a los pájaros, a las mariposas, y a la tortuga que vive en el río. ¡No dejen que se vayan!"

La comunidad se unió en un canto hermoso y el aire vibraba con energía. Muchos de los trabajadores de la empresa comenzaron a mirar con curiosidad el lugar que iban a destruir.

Finalmente, un hombre del grupo de fuera, movido por la emoción de lo que había visto, bajó su hacha y dijo: "Tengo una familia. He visto la vida que hay aquí... no puedo ser parte de su destrucción". Su decisión inspiró a otros a hacer lo mismo, y pronto se detuvo la tala.

Con el tiempo, el bosque se convirtió en un espacio protegido gracias a los esfuerzos de la comunidad, y Kiri, Nayru y sus amigos continuaron trabajando en la enseñanza de la biodiversidad a través del arte y la danza.

Así, en el rincón donde creció el Bosque de los Sueños, la vida florecía en armonía y los corazones de los Teyú estaban llenos de esperanza. Kiri había aprendido que, aunque fuera solo una niña, sus acciones podían marcar una diferencia y que la diversidad de la naturaleza siempre debía ser celebrada y cuidada.

FIN.

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