El Bosque de los Sueños
Érase una vez, en un lugar mágico, un grupo de amigos que decidieron ir a pasear por una montaña llena de árboles gigantes. Estos árboles eran tan altos que parecían tocar el cielo, y sus hojas eran tan pequeñas que se asemejaban a diminutos guisantes. Cuando el viento soplaba, las hojas se movían de un lado a otro, creando una melodía suave y encantadora.
Susana, una niña curiosa y soñadora, miraba extasiada hacia arriba.
"¡Miren esos árboles! Son tan altos que parecen estar jugando a tocar las nubes. ¿Qué habrá en la cima?"
Claudio, el más aventurero del grupo, respondió con entusiasmo:
"¡Debemos descubrirlo! Tal vez haya un mundo mágico allá arriba, lleno de sorpresas."
Camila, la más sensata, se mostró cautelosa.
"Chicos, no sabemos qué hay allá arriba. No debemos olvidarnos de cuidarnos."
Pero la curiosidad de Susana y Claudio era demasiado fuerte y decidieron escalar el árbol más grande. Al llegar a una rama ancha, se maravillaron del paisaje que se veía desde las alturas. El bosque se extendía hasta donde alcanzaba la vista, y se escuchaba el canto de los pájaros.
"¡Es espectacular! ¡Nunca había visto algo así!" exclamó Susana.
"Imaginen lo que podríamos encontrar aquí arriba!" dijo Claudio, aventurándose un poco más.
De repente, una ráfaga de viento hizo que una hoja muy grande, que parecía haber caído de un árbol lejano, se posara justo al lado de ellos.
"¡Miren!" gritó Camila, que había subido más despacio. "Esa hoja es enorme y parece brillar con algo especial."
La hoja, al tocar el suelo, comenzó a temblar y de ella emergió un pequeño ser luminoso, muy parecido a una mariposa. Tenía alas que brillaban en todos los colores del arcoíris.
"Hola, aventureros. Soy Lila, la guardiana de este bosque. ¿Por qué han subido tan alto?" preguntó el ser mágico.
"Queremos descubrir qué hay en la cima de los árboles y ver el mundo desde aquí arriba," respondió Susana.
Lila los miró con ojos amistosos y les dijo:
"Este bosque tiene un poder especial, pero también debe ser protegido. Cada criatura que vive aquí tiene su papel, y si todos los árboles llegan a ser dañados por la curiosidad desmedida, entonces el bosque perdería su magia."
Los niños se miraron preocupados. Claudio, que antes había sido tan temeroso, sintió la urgencia de actuar:
"¿Qué podemos hacer para ayudar?"
Lila sonrió y les explicó que había un lugar donde las raíces de un árbol viejo estaban secas y necesitaban agua mágica, que solo podían encontrar en el corazón del bosque.
"Si me ayudan a encontrarla, juntos podremos revitalizar el árbol y asegurarnos de que todos los seres del bosque sigan viviendo en armonía."
Entonces, los niños aceptaron la misión. Guiados por Lila, caminaron entre los árboles, aprendiendo sobre cada criatura que habitaba el lugar y la importancia de cada elemento de la naturaleza. Cada uno de ellos encontró un trozo de agua mágica en su lugar especial: un arroyo claro, un lago reluciente, una nube de lluvia brillante.
Finalmente, al llegar al árbol anciano, se dieron cuenta de que no era solo un árbol, sino el corazón del bosque. Con cada gota de agua que vertieron, el árbol comenzó a rejuvenecer. Su corteza se iluminó y las hojas, al volverse verdes y brillantes, llenaron el aire de una melodía hermosa.
"¡Lo hemos logrado!" exclamó Camila.
"Gracias, amigos, por escucharme y ayudar a cuidar este bosque," dijo Lila, emocionada.
Con el árbol restaurado, Lila les dio un regalo: un pequeño frasco con una gota de agua mágica y una hoja de árbol.
"Para que siempre recuerden lo importante que es cuidar de la naturaleza y de sus seres. Cada vez que miren el frasco, recuerden que la curiosidad puede ser buena, pero la protección de nuestro hogar es aún más valiosa."
Los niños descendieron la montaña, sus corazones llenos de felicidad y con una nueva misión: cuidar del mundo que los rodeaba, porque sabían que cada pequeño gesto cuenta. Desde ese día, cada vez que iban a jugar al bosque, recordaban a Lila y la importancia de proteger su hogar.
FIN.