El bosque de los sueños



En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía un niño llamado Tomás. Tomás era un niño curioso, siempre lleno de preguntas sobre todo lo que lo rodeaba. Un día, mientras exploraba el bosque que se encontraba al borde de su pueblo, escuchó un susurro que lo llamaba.

"¡Tomás! ¡Ven aquí!" - decía una voz suave y risueña.

Intrigado, Tomás siguió la voz hasta llegar a un claro lleno de flores de colores brillantes. En el centro del claro, había un pequeño árbol con hojas doradas y una cara amistosa tallada en el tronco.

"Hola, Tomás, soy el Árbol de los Sueños. He estado esperándote" - dijo el árbol, moviendo suavemente sus ramas.

"¿Esperándome? ¿Por qué?" - preguntó Tomás, sorprendido.

"Porque quiero mostrarte algo muy especial. Si tienes un sueño, ven y cuéntamelo. Yo te ayudaré a hacerlo realidad" - explicó el árbol con entusiasmo.

Tomás pensó un momento y recordó su gran sueño: quería aprender a volar.

"Quiero volar como los pájaros en el cielo" - dijo con una sonrisa.

"¡Mágico! ¡Es un sueño bellísimo! Pero volar no es solo tener alas. También se necesita esfuerzo y dedicación. ¿Estás listo para el desafío?" - preguntó el árbol.

"¡Sí! Estoy listo!" - respondió Tomás con energía.

El árbol le entregó una pluma de oro.

"Esta pluma te guiará en tu camino. Para comenzar, debes subir a la colina más alta y dejar volar tu imaginación" - explicó el árbol.

Tomás se despidió del árbol y corrió hacia la colina. Una vez en la cima, cerró los ojos y comenzó a imaginarse volando. Con cada pensamiento, sintió que la pluma brillaba más y más. De repente, un viento suave comenzó a rodearlo y, sin darse cuenta, comenzó a levitar.

"¡Mirá! ¡Estoy volando!" - gritó emocionado mientras giraba y danzaba en el aire.

Pero, de pronto, escuchó unos gritos en el bosque. Aterrizado, se dio cuenta de que un grupo de sus amigos estaba en problemas. Se habían perdido mientras buscaban un tesoro en el bosque.

"¡Tomás, ayúdanos!" - dijeron desesperados.

Sin pensarlo dos veces, Tomás decidió que debía ayudar a sus amigos en lugar de seguir intentando volar.

"No se preocupen, los guiaré" - dijo con confianza. Usando su ingenio y sus conocimientos sobre el bosque, Tomás les mostró una ruta segura de regreso al pueblo.

Finalmente, llegaron a casa, y todos estaban felices y agradecidos.

"Eres nuestro héroe, Tomás. No solo volaste, ¡también nos salvaste!" - le dijeron con admiración.

Esa noche, Tomás se fue a dormir con una sonrisa al saber que, aunque no había volado como había soñado, había hecho algo aún más importante: había ayudado a sus amigos.

Al día siguiente, volvió al bosque.

"Árbol de los Sueños, no volé como quería, pero ayudé a mis amigos. Eso también es muy valioso, ¿verdad?" - preguntó Tomás.

"¡Por supuesto! A veces nuestros verdaderos sueños no son solo los que nos hacen sentir bien, sino también aquellos que nos permiten ayudar a quienes amamos. Esa es la verdadera magia" - respondió el árbol con una sonrisa.

Tomás comprendió que los sueños pueden tomar muchas formas y que cada acción amable y desinteresada también puede ser un vuelo hacia nuevas alturas. Desde ese día, decidido a ser un buen amigo y un gran soñador, Tomás siguió explorando el bosque y descubriendo nuevas aventuras, cada una enseñándole una lección diferente sobre la amistad y la importancia de los sueños.

Y así, cada vez que quería volar, recordaba que siempre podía alzar el vuelo en su corazón ayudando a los demás.

El Árbol de los Sueños siempre permaneció allí, en el claro, esperando a que otros niños llegaran a conocer la magia de ayudar y soñar.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!