El Bosque de los Sueños
En un pequeño pueblo rodeado de un bosque mágico, vivían cuatro amigos inseparables: Sofía, Tomás, Lucas y Valeria. Cada día, después de clase, corrían hacia el bosque, donde la naturaleza parecía cobrar vida. Allí, las aves multicolores cantaban, los árboles susurraban secretos y las flores danzaban al ritmo del viento.
Una tarde soleada, mientras exploraban un nuevo sendero, Lucas encontró una puerta antigua, cubierta de hiedra y flores.
"¿Qué será esta puerta?" - preguntó desconcertado.
"¡Vamos a abrirla!" - exclamó Tomás entusiasmado.
"No sé, puede ser peligroso..." - dijo Valeria, sintiéndose un poco insegura.
"Pero ¿y si es un lugar mágico?" - respondió Sofía con los ojos brillantes.
Los cuatro amigos acordaron abrir la puerta. Con un fuerte empujón, la puerta chirrió y se abrió revelando un mundo luminoso, lleno de colores y criaturas fantásticas. Un suave resplandor los envolvió y, al cruzar, se encontraron en un bosque aún más hermoso que el que conocían.
En este nuevo lugar, todo parecía estar hecho de sueños. Los árboles tenían hojas que brillaban como estrellas y ríos de agua clara, que reflejaban imágenes de sus deseos más profundos. Mientras exploraban, se encontraron con un duende llamado Pip, que se veía muy preocupado.
"¿Por qué estás tan triste?" - le preguntaron los chicos.
"Soy el guardián de este bosque, pero los sueños de los niños de su pueblo se han perdido y el bosque se está marchitando. Necesito ayuda para traerlos de vuelta" - explicó Pip, suspirando profundamente.
"¡¿Pero cómo podemos ayudar? !" - preguntó Valeria, preocupada.
"Cada niño tiene un sueño que lo hace feliz. Si logran recordar sus sueños, el bosque volverá a florecer. Pero deben hacerlo antes de que se ponga el sol" - dijo Pip, señalando el horizonte donde el sol empezaba a descender.
Los amigos se miraron, sabiendo que debían actuar rápido. Cada uno de ellos se sentó en un círculo de flores brillantes y cerró los ojos, intentando recordar sus sueños.
"Yo soñé que volaba entre las nubes" - dijo Sofía con una sonrisa.
"Yo soñé con ser un gran científico y ayudar a los animales" - agregó Tomás.
"Yo quería crear un juego donde todos pudieran jugar juntos" - dijo Lucas emocionado.
"Y yo soñé con ser una artista y pintar el mundo" - finalizó Valeria.
Con cada sueño recordado, las flores a su alrededor comenzaron a brillar más intensamente. Pip sonrió, pero había un último sueño que debían recordar.
"¿Y sobre el sueño de los niños del pueblo?" - preguntó Pip.
"¡Claro! ¡Ellos sueñan con cosas grandes, como viajar a la luna, explorar nuevos mundos y ser valientes!" - dijo Sofía entusiasmada.
Así que decidieron que cada uno de ellos tenía que nombrar un sueño más y hacerlo con toda su fuerza.
"Sueño que todos los niños del mundo puedan jugar juntos y explorar la naturaleza" - dijo Lucas.
"Sueño que cada día sea una aventura llena de aprendizaje" - agregó Valeria.
"Sueño que cada niño pueda compartir su historia y ser escuchado" - comentó Tomás.
"Sueño que nunca dejemos de soñar" - finalizó Sofía con una sonrisa.
Cuando pronunciaron esos sueños, el bosque estalló en colores y luces. Las flores comenzaron a brillar como nunca antes, llenando el lugar de una energía vibrante. El bosque comenzó a revivir con cada sueño que habían compartido; los árboles se llenaron de hojas, los ríos fluyeron rápidamente, y la felicidad se sentía en el aire.
"Lo lograron, amigos! Gracias a ustedes, los sueños de todos los niños volverán a florecer" - dijo Pip alegremente.
"¡Pero aún no hemos terminado! Necesitamos volver a nuestro pueblo y compartir todo esto con los demás" - dijo Sofía, convencida.
Al cruzar de vuelta por la puerta, sus corazones latían con felicidad y emoción. Prometieron cuidar del bosque y nunca olvidar la importancia de sus sueños. Desde ese día, cada vez que se sentaban juntos a contar sus sueños, recordaban que el poder de la amistad y la imaginación podía cambiar el mundo.
Desde entonces, el pequeño grupo de amigos se convirtió en los cuidadores del bosque, organizando exploraciones y aventuras, invitando a todos los niños del pueblo para recordar y compartir sus sueños. Juntos, llenaron el bosque de risas, juegos y colores, donde todos podían dormir maravillosos sueños cada noche, sabiendo que, gracias a ellos, el bosque era un lugar mágico y lleno de vida.
Y así, el bosque de los sueños floreció, no solo en sus corazones, sino también en el mundo que los rodeaba.
FIN.