El Bosque de los Sueños



En un soleado día de primavera, dos amigos inseparables, Lucas y Ana, decidieron aventurarse en un bosque que quedaba cerca de su casa. Estaban emocionados por explorar y descubrir qué misterios ocultaba aquel lugar.

Mientras caminaban, los árboles parecían susurrar secretos entre ellos. Las hojas brillaban con la luz del sol, y los pájaros cantaban melodías alegres. De repente, un rayo de sol iluminó un sendero que se apartaba del camino principal. Ana, curiosa, lo señaló.

"¡Mirá, Lucas! ¿Te imaginás a dónde llevará ese sendero?"

"No sé, pero deberíamos verlo. ¡Podría ser una aventura!"

Ambos decidieron seguir el camino misterioso, riendo y charlando mientras se adentraban más en el bosque. Sin embargo, al poco rato, se dieron cuenta de que el sendero se volvía menos visible, y los árboles parecían cada vez más densos. Pronto, se encontraron en una parte del bosque que no reconocían.

"Ana, creo que nos hemos perdido" –dijo Lucas, un poco preocupado.

"No te asustes, tenemos que mantener la calma. ¡Podemos encontrar el camino de vuelta!"

Los chicos intentaron recordar el camino por el que habían venido, pero todas las rutas parecían iguales. Justo cuando la desesperación comenzaba a asomarse, un suave viento comenzó a soplar, trayendo consigo el aroma de flores frescas.

"¿Escuchás eso?" –preguntó Ana mientras se frotaba las manos en busca de calor.

"Sí, suena como si hubiera alguien más cerca" –replicó Lucas, esperanzado.

Decidieron seguir el sonido hasta que llegaron a un pequeño claro, donde encontraron un grupo de criaturas mágicas: hadas llenas de brillo que danzaban alrededor de un estanque.

"¡Hola, niños!" –exclamó una de las hadas, con una voz suave como el canto de los pájaros.

"¡Hola!" –respondieron todos con asombro.

"Nosotros somos las hadas del Bosque de los Sueños. Ustedes no deberían estar aquí tan adentro. Si quieren volver a casa, deben hacer algo muy importante primero."

"¿Qué debemos hacer?" –preguntó Lucas, intrigado.

"Ustedes deben encontrar la Flor de la Amistad, que crece al borde del bosque. Deberán trabajar juntos para encontrarla, ya que esta flor solo se deja ver si el amor entre amigos es verdadero" –dijo la hada.

Ana y Lucas se miraron, decididos a encontrar la flor. Comenzaron a explorar el claro, pero no había pista de ninguna flor. Un rato después, se sentaron un momento para descansar.

"Lucas, ¿te acordás de cuando jugamos a buscar el tesoro? ¡Siempre ayudamos a otros a encontrarlo!"

"Sí, había que colaborar y ser pacientes" –dijo Lucas con una sonrisa.

"Entonces, hagamos lo mismo ahora. Si cada uno busca un lado del claro, tal vez podamos encontrar la flor antes".

Así que se dividieron, cada uno explorando con cuidado. Mientras Lucas revisaba cerca de un árbol viejo, notó algo brillante entre las hojas.

"¡Ana! ¡Acá!" –gritó emocionado.

Ana corrió hacia él y juntos descubrieron una hermosa flor con pétalos dorados.

"Es la Flor de la Amistad" –dijo Ana, maravillada.

"¡Sí! La encontramos gracias a que trabajamos juntos" –respondió Lucas.

Mientras la flor iluminaba el claro, las hadas regresaron, sonriendo.

"Lo han logrado. Ahora, por el poder de la amistad, los llevaré de vuelta a casa" –dijo una de las hadas.

Con un parpadeo, el claro se convirtió en una brillante luz y, en un abrir y cerrar de ojos, Lucas y Ana se encontraron de nuevo en el bosque familiar.

Ambos estaban emocionados, pero también con una lección aprendida.

"La próxima vez que exploremos, siempre recordaremos el valor de ayudar a los demás, ¿verdad, Lucas?"

"Sí, y que juntos somos más fuertes" –respondió él, sonriendo.

Desde entonces, los dos amigos sabían que la verdadera aventura no era simplemente perderse, sino encontrar el camino de regreso, siempre y cuando se mantuvieran unidos.

FIN.

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