El Bosque de los Sueños



Había una vez una niña llamada Valentina, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de colinas y ríos. De pequeña, le contaban historias mágicas de hadas, duendes y brujas, pero, al crecer, empezó a pensar que eso eran solo cuentos. Un día, mientras estaba en su habitación, con la luz apagada y los ojos cerrados, decidió que la magia no existía. Fue entonces cuando un suave soplo de viento la llevó a un bosque encantado.

Cuando Valentina abrió los ojos, se encontró rodeada de árboles altísimos y flores que brillaban con luz propia. Podía escuchar el murmullo de un arroyo cercano y, al mirar hacia arriba, vio a una pequeña hada que revoloteaba a su alrededor.

"¡Hola! Soy Lila, el hada del bosque. ¿Te gustaría jugar con nosotros?" - preguntó la hada.

Valentina, sorprendida pero escéptica, respondió:

"La magia no existe. Esto debe ser un sueño o una broma..."

Lila sonrió y, moviendo su varita mágica, llenó el aire con chispas.

"¿Y si te digo que los sueños son la magia de la noche? Ven, tengo mucho que mostrarte."

Así comenzó la aventura. Lila llevó a Valentina a conocer a los duendes del bosque, quienes estaban construyendo una casa de hojas. Uno de ellos, llamado Timo, la miró con ojos brillantes.

"Hola, Valentina. ¿Quieres ayudarnos a construir nuestra casa? Es muy divertida y llena de sorpresas."

"¿Pero cómo podría ayudar?" - dudó Valentina.

"Con solo creer que puedes hacer algo, ya estás a medio camino." - le respondió Timo.

Valentina sintió que había algo en lo que decía Timo. Con su ayuda, empezó a recoger hojas, ramas y piedras. A medida que construían, el duende le enseñaba a creer en sus propias capacidades.

De repente, una bruja llegó volando en su escoba. "¿Qué hacen estos duendes con la humana? No pueden usar magia..." - dijo con un tono burlón.

Lila se acercó y dijo:

"Valentina está aprendiendo. Todos en el bosque la apoyan. ¿Por qué no la ayudas, bruja?"

La bruja se sorprendió. "Yo no ayudo a nadie, ni en sueños. Aún así, si quiere magia, debe conseguirlo sola..."

Valentina, sintiendo las palabras de la bruja como un reto, intentó hacer un pequeño hechizo. Concentrándose, levantó una piedra del suelo.

"¡Mirá, puedo hacer magia!" - gritó emocionada.

Pero, en lugar de flotar suavemente, la piedra cayó descontroladamente.

"¡Ay! No sé si puedo hacerlo..."

"La magia no siempre sale perfecta al principio, Valentina. Esfuérzate y sigue creyendo, y verás lo que puedes lograr. " - le animó Timo.

Con cada intento, Valentina se sentía más segura. Tras varios intentos fallidos y risas, logró hacer que una hoja flotara suavemente en el aire. Entonces, un pescador que paseaba por el bosque vio lo que Valentina había hecho.

"¡Espléndido! La creencia es la clave, niña. La magia se encuentra en el corazón de aquellos que creen. Yo solía pescar sin esperanza, hasta que un día decidí creer que podía atrapar el pez dorado de la suerte."

"Contame más sobre eso, por favor. ¿Lo lograste?" - preguntó Valentina, intrigada.

El pescador sonrió.

"No solo lo logré una vez, lo atrapé varias veces. Cada vez que creía en mí mismo y en la magia a mi alrededor. La vida está llena de maravillas si sabes dónde mirar."

Valentina estaba maravillada.

"Entonces, ¿de verdad hay magia, solo que hay que creer?" - preguntó, comenzando a entender.

"Exactamente, Valentina. Puede que no siempre aparezca en la forma que esperas, pero siempre está ahí, en tus sueños, en tus deseos."

Sin tiempo que perder, Valentina decidió que iba a explorar más el bosque mágico. Encontró criaturas que nunca había visto, ríos que cantaban melodías y un cielo lleno de estrellas brillantes. Cada esquina traía nuevas sorpresas, y Valentina empezó a conectarse con la magia a su alrededor.

Al fin, el día empezó a terminar y el bosque se llenó de suaves luces. Lila, Timo, la bruja, e incluso el pescador la rodearon.

"Es hora de volver, Valentina, pero recuerda lo que aprendiste hoy: nunca dejes de creer en la magia, porque siempre estará contigo, dondequiera que vayas."

Y con esas palabras, Valentina se sintió ligera y feliz. Cerró los ojos una vez más, y al abrirlos se encontró de vuelta en su cama, en su habitación. Pero algo había cambiado. En su corazón sabía que la magia existía...

Desde ese día, Valentina nunca dejó de creer. Comenzó a contar historias a sus amigos sobre el bosque mágico y sus criaturas, y a todos les dijo:

"La magia está en nosotros, solo hay que encontrarla y dejar que brille."

Y así, con cada historia, Valentina hizo que más y más niños volvieran a creer en la magia, recordando que, a menudo, es cuestión de abrir los ojos y el corazón a un universo lleno de posibilidades.

FIN.

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