El Bosque de los Sueños
Un día soleado en la pequeña ciudad de Villa Esperanza, cuatro amigos: Lucas, Sofía, Tomás y Valentina, decidieron explorar el misterioso bosque que siempre había llamado su atención. Atraídos por la curiosidad, se armaban de valor y se adentraron en la vegetación espesa.
"¿Qué crees que encontraremos?" -preguntó Sofía, mirando a su alrededor con emoción.
"¡Seguro que es un lugar mágico!" -respondió Lucas, con una sonrisa optimista.
"Ojalá que haya un tesoro escondido" -dijo Tomás, caminando más rápido, mientras Valentina observaba con atención.
Mientras se adentraban en el bosque, los árboles parecían cobrar vida con cada paso que daban. A medida que el sol comenzaba a ocultarse tras las ramas, el bosque se iluminó con destellos de luz multicolor que partían de unos diminutos seres brillantes.
"¡Miren!" -exclamó Valentina, señalando hacia el claro donde los seres danzaban en el aire.
"¿Son hadas?" -preguntó Tomás, sorprendido.
"No lo sé, pero son hermosas" -contestó Sofía, sintiéndose inspirada.
Los niños se acercaron y, con gran cuidado, comenzaron a observar lo que sucedía a su alrededor. De repente, uno de los pequeños seres brillantes voló hacia Sofía y le susurró algo al oído.
"El bosque se enciende de magia cuando cae la noche. Vengan, los necesitamos para ayudar a nuestros amigos" -dijo el ser, que se presentó como Lúmina, una hada del bosque.
Sin pensarlo dos veces, los niños decidieron ayudar.
"¿Qué necesitas que hagamos?" -preguntó Lucas, listo para actuar.
"Un malvado troll ha robado la luz del bosque y ahora todos los seres mágicos están tristes. Solo ustedes pueden ayudarnos a recuperarla" -explicó Lúmina, preocupada.
Valentina se sintió inquieta, pero decidió ser valiente.
"No podemos dejar que el bosque se oscurezca, juntos podemos encontrar la luz".
Los niños acordaron ayudar a Lúmina, y se adentraron aún más en el bosque guiados por ella. Entre risas y cantos, fueron descubriendo diferentes criaturas mágicas: un ciervo de pelaje dorado, un búho sabio que podía hablar y un grupo de ardillas que brindaban consejos.
"Debemos encontrar el escondite del troll y recuperar la luz" -dijo Tomás mientras se enfrentaban a la negrura que se aproximaba.
Finalmente, llegaron a una cueva oscura donde, según Lúmina, el troll guardaba su tesoro. Al entrar, se encontraron con el gran troll sentado sobre un montón de luces brillantes, masticando hojas.
"¡Hola! ¿Quiénes son ustedes?" -gruñó el troll, sorprendido de ver a los niños.
Sofía dio un paso adelante.
"Venimos a pedirte que devuelvas la luz del bosque. Todos están tristes sin ella".
El troll, que realmente solo quería compañía, se mostró reacio:
"Pero me siento solo. Necesito la luz para estar feliz".
Valentina, entendiendo su tristeza, sugirió:
"¿Por qué no compartís la luz con nosotros? Así nunca estarías solo y todos serían felices juntos".
El troll quedó pensando en la propuesta y, finalmente, accedió:
"Está bien, puedo compartirla, pero ¿pueden prometerme que vendrán a visitarme?"
"¡Claro!" -respondieron los niños al unísono, emocionados.
Así, los amigos ayudaron al troll a devolver la luz al bosque, que brilló más que nunca. Todos los seres mágicos se unieron para celebrar el regreso de la luz.
"¡Gracias! Siempre recordaré su valentía y amabilidad" -dijo Lúmina emocionada.
Al caer la noche, los cuatro amigos se despidieron de sus nuevos amigos, prometiendo volver pronto. Mientras regresaban a casa, el bosque iluminado los envolvía en su magia. Sabían que habían vivido una aventura inolvidable y que, aunque el día terminó, la amistad y la magia siempre brillarían en sus corazones.
"Esto es solo el comienzo de nuestras aventuras" -dijo Tomás,
"Sí, somos un gran equipo" -contestó Valentina.
"Siempre juntos, pase lo que pase" -agregó Lucas.
"Y ayudando a los que lo necesiten" -finalizó Sofía con una sonrisa.
Desde ese día, los amigos nunca olvidaron lo que sucedió en el bosque y cómo la magia de la amistad puede transformar el mundo.
FIN.