El Bosque de los Sueños
Era una vez un niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo al borde de un misterioso bosque. Cada día, al regresar de la escuela, miraba con curiosidad aquella espesura verde que parecía susurrar secretos. Pero, a medida que se acercaba la noche, la sombra del bosque lo asustaba.
"¡No me acerco a ese bosque!" - decía Tomás para sí mismo, temiendo los ruidos extraños y las sombras que se movían entre los árboles.
Un día, se enteró de que sus amigos iban a hacer una excursión dentro del bosque. Tomás se sintió atrapado entre el miedo y la curiosidad.
"¿Por qué no vas, Tomás?" - preguntó su amiga Sofía. "Tal vez encuentres algo increíble."
"No sé... me da miedo. Lo que hay adentro podría no ser seguro", respondió.
Esa tarde, mientras jugaba solo en su habitación, escuchó una suave melodía que parecía venir del bosque. Intrigado, asomó por la ventana y vio destellos de luces en la lejanía.
"¿Qué será eso?" - se preguntó, su curiosidad comenzando a ganar terreno sobre su miedo.
Decidido a descubrir lo que provocaba aquella melodía, Tomás armó su mochila con una linterna, un cuaderno y un lápiz, y se adentró en el bosque al día siguiente. Con cada paso, su corazón latía más rápido, pero la melodía lo guiaba como un faro.
A medida que profundizaba en el bosque, se encontró con un grupo de animales. Había un conejo, una ardilla y un búho. Al verlo, el conejo brincó hacia él.
"¡Hola, humano!" - dijo el conejo, sorprendido. "¿Qué haces en nuestro bosque?"
"Vine a descubrir qué es esa hermosa música", respondió Tomás.
"¡Ah, es la melodía de la fiesta del bosque! Todos venimos a celebrar la vida y la amistad. ¿Quieres unirte?" - preguntó el búho, posándose con gracia sobre una rama.
Tomás parpadeó sorprendido.
"¿Fiesta?" - se emocionó. "Claro que sí!".
Así, los animales guiaron a Tomás a un claro iluminado por luces parpadeantes. Allí, se encontraban muchos otros animales bailando y disfrutando de un festín de nueces y frutas. Tomás se unió a sus nuevos amigos, riendo y bailando, olvidando completamente su miedo.
Al caer la noche, el búho se acercó a él.
"¿Ves? No hay nada que temer en la naturaleza si venís con el corazón abierto."
Mientras bailaban y reían, Tomás pensó en lo que había dejado de lado por su miedo. Al final de la noche, uno de los animales, una tortuga anciana, se acercó a él.
"Recuerda, querido niño, a veces lo desconocido puede ser muy hermoso. La magia se encuentra detrás de tus miedos."
Tomás sonrió, agradecido por la invitación.
"¡Prometo volver!" - exclamó lleno de emoción. "No más miedos para mí."
Cuando regresó a casa, sus amigos lo estaban esperando, llenos de preguntas.
"¿Tuviste miedo?" - preguntó Sofía.
"No, ¡fue increíble! Aprendí que a veces lo que más tememos puede ser lo más divertido."
Desde ese día, Tomás se convirtió en el explorador del bosque. Cada tarde, tras la escuela, compartía historias con sus amigos sobre la vida en el bosque y cómo había superado su miedo. Y así, el niño que una vez temía el bosque ahora ayudaba a otros a descubrir la belleza que se escondía entre sus árboles.
Y aunque siempre había un poco de misterio en el bosque, Tomás aprendió a mirarlo con ojos curiosos y valientes. Porque el verdadero miedo solo puede desaparecer cuando nos enfrentamos a lo desconocido con un corazón abierto y dispuesto a aprender.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.