El Bosque de los Sueños



Había una vez en un bosque lleno de árboles altos y verdes, donde los rayos de sol se filtraban entre las hojas, un pequeño zorro llamado Lumo. Era curioso y siempre estaba buscando aventuras.

Un día, mientras exploraba cerca de un arroyo, Lumo encontró a su amiga la tortuga Tula, que parecía preocupada.

"Hola, Tula. ¿Por qué tan seria?" -preguntó Lumo.

"¡Hola, Lumo! Es que he escuchado que hay una maldición que afecta a todos los animales del bosque. Dicen que si no encontramos la fuente de la tristeza, el bosque se marchitará." -respondió Tula.

Lumo se sintió valiente y decidió que debían hacer algo.

"¡Vamos a encontrar la fuente! No podemos dejar que nuestro hogar se ponga triste." -exclamó Lumo.

-Tula asintió con la cabeza "Sí, me gustaría que la alegría regresara al bosque. Pero no sé por dónde empezar..."

Ambos comenzaron su aventura, buscando pistas. Mientras caminaban, encontraron a un pájaro azul llamado Pío, que cantaba una canción triste.

"¿Qué te pasa, Pío?" -le preguntó Lumo.

"Todo está tan apagado y sin brillo. La música ya no suena alegre..." -respondió Pío con un susurro.

Lumo se acercó y le dijo:

"¡Tenemos que unir fuerzas! Tú puedes ayudar a alegrar el bosque con tu canto. Ven con nosotros, tal vez tengas alguna pista sobre la fuente de la tristeza."

Pío se unió al grupo, y juntos continuaron su búsqueda. Al rato, se encontraron con una anciana búho llamada Olia, que estaba sentada en una rama.

"¡Ay, jóvenes! ¿Qué les trae por aquí?" -preguntó Olia.

"Estamos buscando la fuente de la tristeza del bosque. ¿Sabés algo al respecto?" -dijo Tula.

"He visto que el árbol más viejo, el Gran Roble, ha perdido su brillo. Si investigan ahí, tal vez encuentren respuestas." -sugirió Olia.

Sin perder tiempo, Lumo, Tula y Pío se dirigieron hacia el Gran Roble. Cuando llegaron, se dieron cuenta de que el árbol estaba drogonoso y seco.

"Este árbol solía ser el corazón del bosque. Siempre escuchaba y daba alegría. Ahora, está triste..." -dijo Tula.

"¿Cómo podemos ayudarlo?" -preguntó Lumo con determinación.

Pío miró hacia arriba y observó que los pájaros habían dejado de hacer nidos en las ramas.

"Quizás necesita que todos nos reunamos y celebremos una fiesta. La música y la risa pueden devolverle el brillo." -sugirió Pío.

Lumo y Tula asintieron, y comenzaron a invitar a todos los animales del bosque: ciervos, ardillas, conejos. Todos aceptaron participar, emocionados por la idea.

Finalmente, llegó el gran día. Todos reunidos en torno al Gran Roble, comenzaron a bailar, cantar y compartir deliciosos bocados.

"¡Esto es impresionante!" -exclamó Tula entre risas.

"Sí, el bosque está renaciendo" -dijo Lumo con una gran sonrisa.

"¡Vamos a cantar juntos!" -propuso Pío. Y juntos entonaron una hermosa canción, que resonó entre los árboles.

A medida que cantaban, algo mágico ocurrió. El Gran Roble comenzó a brillar; sus hojas volvieron a ser verdes y lustrosas. Todos se miraron asombrados.

"¡Lo hemos logrado!" -gritó Tula emocionada.

"¡El bosque está vivo otra vez!" -añadió Lumo.

El Gran Roble, rejuvenecido por la alegría, habló:

"Gracias, queridos amigos. El amor y la amistad pueden curar las tristezas. Recuerden siempre la importancia de compartir y estar juntos."

Desde ese día, el bosque nunca volvió a marchitarse. Lumo, Tula, Pío y todos los animales aprendieron que la alegría se multiplica cuando se comparte, y cada vez que alguien se sentía triste, organizaban una fiesta para traer de vuelta las risas y la música.

Y así, el bosque floreció para siempre, lleno de colores, risas y melodías que resonaban entre las hojas. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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