El Bosque de los Sueños



En un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes, vivía una niña llamada Lila. Ella tenía una relación muy especial con su abuelo, Don Mateo, un hombre de grandes historias y sabiduría. Un día, mientras jugaban en el jardín de su abuela, Don Mateo le dijo:

"Lila, ¿sabías que en el bosque que está cerca de aquí viven muchos secretos?"

"¿Secretos?" – preguntó Lila, con sus ojos brillando de curiosidad.

"Sí, querida. Hay flores que cantan, y animales que hablan. Deberíamos ir a investigar."

Lila, emocionada, le pidió a su abuelo que la llevara al bosque al día siguiente. Así, bien temprano, se prepararon con unas galletitas y una cantimplora de agua, y se pusieron en marcha.

Al llegar al bosque, Lila quedó fascinada por la belleza que la rodeaba. Los árboles eran altísimos y las hojas parecían susurrar al viento. De repente, se escuchó un canto melodioso. Lila miró a su abuelo, quien le sonrió y le dijo:

"Eso debe ser la Flor Cantante. Ven, sigamos el sonido."

Las dos se adentraron más en el bosque y, de pronto, encontraron una hermosa flor de colores vibrantes. Cuando se acercaron, la flor se animó y comenzó a cantar:

"¡Hola! ¡Bienvenidos al Bosque de los Sueños! Aquí todo es posible. ¿Qué desean conocer?"

Lila, asombrada, preguntó:

"¿De verdad puedes hablar?"

"¡Por supuesto! Los sueños y la magia están en cada rincón de este bosque. Si quieres, puedo mostrarte a nuestros amigos animales."

Lila y Don Mateo aceptaron encantados la propuesta de la flor. En un instante, la flor las guió hacia un claro donde distintos animales estaban reunidos. Había un conejo, un búho y una pequeña tortuga. El conejo, inquieto, dijo:

"¡Hola! Soy Ravi, el conejo. ¿Quieren jugar con nosotros?"

"Sí, por favor!" – respondió Lila, encantada.

Los animales organizaron una carrera divertida, pero cuando todo parecía perfecto, un viento fuerte comenzó a soplar, y muchos de los juegos se volvieron difíciles. La tortuga, llamada Tula, exclamó:

"¡Huyamos! El viento está muy fuerte y corremos el riesgo de perdernos!"

"Esperen!" – interrumpió Don Mateo. – "Si trabajamos juntos, podemos crear algo que nos proteja. ¿Qué tal una cueva de ramas?"

Lila, posando la mirada en la flor, dijo:

"¡Esa es una gran idea! Vamos a recolectar ramas y hojas. ¡Así todos podremos estar a salvo!"

Con la ayuda de los animales, Lila y su abuelo empezaron a construir una cueva. Mientras trabajaban, la flor seguía cantando alegremente, motivando a todos. Poco a poco, la cueva tomó forma y todos se metieron dentro.

Una vez allí, en un entorno seguro, Ravi el conejo dijo:

"¡Qué bueno que pudimos ayudar! Y pensar que en lugar de asustarnos, trabajamos juntos. Esto demuestra que la unión hace la fuerza."

Todos asintieron con la cabeza, y Lila sonrió, impresionada de cómo la cooperación había transformado un momento de miedo en uno de alegría.

Finalmente, cuando el viento calmó y el sol volvió a brillar, salieron de la cueva y continuaron explorando el bosque. Así, Lila aprendió que el trabajo en equipo y la valentía pueden convertir los desafíos en oportunidades. Después de un día lleno de aventuras, Don Mateo le dijo:

"¿Lo ves, Lila? Aquí en el bosque, no solo encontramos animales y flores, sino también amistad y colaboración. Siempre recuerda eso. Las mejores aventuras se comparten con los demás."

De regreso a casa, Lila sonreía, sabiendo que había descubierto un lugar mágico donde los sueños y aprendizajes nunca terminarían. Desde aquel día, cada vez que veía un conejo o una flor, recordaba la importancia de trabajar en equipo y la magia que se puede encontrar cuando se explora el mundo con un corazón abierto.

FIN.

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