El bosque de los susurros


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, dos hermanos traviesos llamados Tomás y Martín. Eran muy unidos, pero también muy desobedientes.

Siempre se metían en problemas y no hacían caso a su mamá, quien les repetía una y otra vez la importancia de comportarse bien. Un día, mientras su mamá estaba ocupada cocinando el almuerzo, los dos hermanos decidieron salir a jugar al bosque cercano.

A pesar de las advertencias de su mamá de no alejarse demasiado de casa, ellos hicieron caso omiso y se adentraron más y más en el bosque. De repente, se dieron cuenta de que estaban perdidos.

No reconocían ningún camino ni árbol conocido que los guiara de regreso a casa. Comenzaron a sentir miedo y se arrepintieron de no haber escuchado a su mamá. "¿Qué vamos a hacer, Martín? Estamos perdidos", dijo Tomás con voz temblorosa. "No lo sé, Tomás.

Creo que deberíamos haber hecho caso a mamá", respondió Martín con tristeza. Después de un rato caminando sin rumbo, vieron a lo lejos una luz brillante entre los árboles.

Decidieron seguir esa luz y finalmente llegaron a una cabaña donde vivía una anciana sabia llamada Doña Rosa. Doña Rosa los recibió amablemente y les ofreció comida y agua caliente. Les preguntó por qué estaban solos en el bosque y ellos le contaron toda la verdad sobre cómo habían desobedecido a su mamá.

La anciana suspiró con tristeza y les dijo: "Siempre es importante escuchar a quienes nos cuidan porque lo hacen por nuestro bienestar".

Les explicó que para encontrar el camino de regreso a casa debían seguir las estrellas en el cielo como guía. Tomás y Martín aprendieron la lección ese día: la importancia de escuchar a sus mayores y ser responsables con sus acciones.

Siguiendo las indicaciones de Doña Rosa lograron regresar sanos y salvos junto a su madre, quien los abrazó con alivio al verlos llegar.

Desde entonces, Tomás y Martín se convirtieron en dos hermanos ejemplares que siempre prestaban atención a las palabras sabias de su mamá, recordando siempre aquel día en el bosque perdido como una gran lección aprendida. Y así vivieron felices en Villa Feliz, siendo buenos hijos y mejores hermanos para siempre.

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