El Bosque de los Susurros



Eran dos hermanos, Mateo y Lucía, que vivían en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Un día, sus padres les contaron sobre una misión especial. "Debemos rescatar a nuestro abuelo", dijo el papá con tono serio. "Pero, ¿cómo?" preguntó Lucía, asustada. "Él se ha perdido en el Bosque de los Susurros, un lugar misterioso y peligroso según las historias del pueblo", explicó mamá.

El bosque en cuestión era conocido entre los habitantes por sus sombras danzantes y los ecos de risitas inquietantes. Decían que estaba habitado por seres diabólicos que hacían travesuras. Las leyendas hablaban de un ente sobrenatural llamado El Guardián del Bosque, que protegía la entrada a su misterioso reino.

Al caer la tarde, los hermanos se prepararon para su aventura. Lucía llevaba una linterna y una brújula, mientras que Mateo cargaba su mochila con provisiones. Esta misión no sería fácil, pero se sentían valientes. "Si seguimos las marcas de los árboles que dejaron otros aventureros, tal vez podamos encontrar a abuelo", dijo Mateo, esforzándose por alentar a su hermana.

Una vez que cruzaron la entrada del bosque, se sintieron como si hubieran entrado en otro mundo. Los árboles eran altos y nudosos, y en el aire flotaba un ligero aroma a tierra húmeda. "Escuchás eso?" murmuró Lucía, mirando a su alrededor. Se escuchaban susurros, como si el propio bosque les hablara. Cada paso que daban parecía resonar con un eco enigmático que los envolvía.

A medida que se adentraban, las sombras empezaron a bailar a su alrededor. De repente, un susurro más fuerte se oyó, como si alguien estuviera llamándolos. "Mateo, ¿te das cuenta que hay algo raro aquí?" dijo con voz temblorosa.

"Es sólo el viento, Lucía. Sigamos", respondió él, aunque en su interior sentía un escalofrío.

Tras caminar un rato, encontraron un claro donde había un fuego encendido y alrededor, figuras sombrías parecían moverse. Asustados, se escondieron tras un árbol. "¿Qué son esos?" preguntó Lucía con mirada asustada. Mateo se asomó un poco más, y se dio cuenta que esas figuras eran en realidad vecinos del pueblo, contando historias junto a una fogata. "¡No son criaturas diabólicas!" exclamó.

Aliviados, se acercaron y descubrieron que estaban realizando un ritual para proteger el bosque. "Las historias de terror sirven para mantenernos alejados", explicó uno de los ancianos. "Pero este lugar también tiene magia y amistad".

"¿Y nuestro abuelo?" preguntó Lucía, que aún no había perdido la esperanza.

"Él está adentro, más allá del árbol del círculo", respondió el anciano. Pero si quieran cruzar, deberán responder la pregunta que les hará El Guardián del Bosque.

Mateo y Lucía se miraron sorprendidos. "¿Y cuál es esa pregunta?" inquirió Mateo.

"¿Cuál es el tesoro más valioso?" dijo el anciano con seriedad.

Los hermanos pensaron por un momento. Lucía dijo: "Creo que el amor de la familia es el verdadero tesoro...". A lo cual Mateo agregó: "Y el valor de la amistad y la valentía para enfrentar los miedos".

De repente, una luz brillante iluminó el claro, y allí apareció El Guardián, con un rostro que no transmitía miedo, sino calma. "Han respondido con sabiduría y seguirán adelante".

Se acercaron al árbol del círculo y encontraron a su abuelo, sano y salvo, que había estado explorando el bosque en busca de nuevos árboles para su jardín. "¿Qué hacen aquí mis valientes?" preguntó con una risa.

Al salir del bosque, los hermanos miraron hacia atrás y sintieron que algo había cambiado. No solo habían encontrado a su abuelo, sino que habían aprendido que a veces el miedo proviene de lo desconocido y que, al enfrentar sus temores, podían descubrir una nueva forma de ver el mundo.

El bosque nunca fue más oscuro para ellos, ahora se había convertido en un lugar lleno de secretos, amistades y magia esperando ser descubierta. Y aunque el camino a casa estaba iluminado, sabían que siempre tendrían un misterio por resolver en su interior:

"¿Qué otras aventuras nos estarán esperando, Mateo?" dijo Lucía, sonriendo con expectativa.

El camino se extendía frente a ellos, invitándolos a seguir explorando, y el pueblo parecía lejano mientras el bosque mantenía sus susurros en el viento.

FIN.

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