El Bosque de los Susurros



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado por un espeso y misterioso bosque, un grupo de amigos: Valentina, Tomás, Marcos y Sofía. Todos los niños del pueblo decían que el bosque estaba embrujado, lleno de sombras y ecos que susurraban secretos. Pero a estos cuatro amigos les encantaba la aventura y decidieron explorar el bosque una tarde de verano.

"¿Qué tal si entramos a ver si es verdad eso de los fantasmas?" - propuso Valentina, con una sonrisa traviesa.

"Yo tengo miedo..." - dijo Sofía, apretando la mano de Marcos.

"Tranquila, Sofía. Solo son cuentos. Además, estamos juntos. No hay nada de qué preocuparnos" - respondió Tomás, tratando de darle ánimo a su amiga.

Así fue como, armados con linternas y un par de galletitas, los cuatro amigos se adentraron en el bosque. Al principio todo parecía normal. Los pájaros cantaban, las hojas susurraban con el viento y la luz del sol se filtraba entre los árboles.

Pero a medida que avanzaban, comenzaron a escuchar unos extraños murmullos.

"¿Escuchan eso?" - preguntó Marcos, mirando a sus amigos con los ojos muy abiertos.

"Sí, son solo el viento y las ramas" - dijo Valentina, aunque en su voz había un pequeño titubeo.

Los murmullos se intensificaron, pero decidieron seguir adelante. Pronto llegaron a un claro donde encontraron un viejo árbol. Éste era enormemente ancho y sus raíces parecían abrazar la tierra.

"¡Miren!" - exclamó Sofía señalando algo en el tronco del árbol: había una puerta pequeña, casi oculta entre las ramas.

"Vamos a abrirla" - sugirió Tomás, entusiasmado.

Con un poco de esfuerzo, lograron abrir la puerta. Al asomarse, vieron una pequeña habitación con luces brillantes y criaturas mágicas que danzaban en el aire. Eran hadas, y su brillo iluminaba el lugar con una belleza asombrosa.

"¡Bienvenidos al Bosque de los Susurros!" - dijo una de las hadas, con una voz suave como el rocío de la mañana. "¿Por qué han venido a nuestro hogar?"

Los niños, maravillados, comenzaron a contarles a las hadas sobre su aventura y sobre cómo habían escuchado historias sobre el bosque.

"Los seres que habitan aquí somos guardianes de la naturaleza. Cada susurro es un mensaje de la tierra. Venimos a cuidar y proteger nuestro hogar. ¿Qué hacen ustedes para cuidar el suyo?" - preguntó otra hada, mirando con curiosidad.

Valentina y sus amigos se quedaron en silencio. Habían jugado y explorado, pero no habían pensado en cómo podían ayudar a su propio entorno.

"No lo hemos pensado..." - admitió Marcos, abrumado.

Las hadas sonrieron y se acercaron a ellos.

"No se preocupen, pequeños amigos. Pueden empezar con pequeños actos. Cuidar las plantas, recoger la basura, decirle a otros sobre la importancia de la naturaleza. Se sorprenderán de cómo pequeñas acciones pueden hacer una gran diferencia" - explicó una de las hadas.

"Nos encantaría ayudar a cuidar de nuestro pueblo" - dijo Sofía, iluminada por la idea.

"Entonces, que así sea. Hagan promesas y nosotros les enseñaremos a escuchar los susurros de la naturaleza" - dijo la hada con una suave risa.

Los amigos hicieron una promesa de cuidar su entorno y, felizmente, aprender a escuchar los susurros juntos.

Con esa idea en el corazón, se despidieron de las hadas, quienes les regalaron un pequeño amuleto que brillaba de forma similar a la luz de sus alitas, para recordarles su compromiso con la naturaleza.

Al salir del bosque, sintieron que el miedo había desaparecido, y en su lugar, había una nueva emoción. No solo habían descubierto un lugar mágico, sino que también habían encontrado un propósito.

Así fue como Valentina, Tomás, Marcos y Sofía decidieron comenzar una nueva aventura: cuidar de su entorno, disfrutando de la belleza de la naturaleza y compartiendo su amor por la tierra con todos en el pueblo. Se dieron cuenta de que el verdadero secreto del Bosque de los Susurros era la conexión con el mundo natural, y que podían ser sus guardianes, haciendo de su hogar un lugar mejor. Desde entonces, nunca volvieron a ver el bosque con el mismo miedo, sino como un lugar lleno de misterios, bondad y magia.

Y así, en sus corazones, las hadas dejaron su luz brillante, guiándolos siempre hacia aventuras que ayudaran a su comunidad y su entorno.

FIN.

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