El Bosque de los Susurros



En un pequeño pueblo al borde de un denso y misterioso bosque, vivía una niña llamada Luna. Luna era curiosa y aventurera, pero había algo que le llenaba de miedo: el Bosque de los Susurros. La mayoría de los niños del pueblo decían que el bosque estaba lleno de criaturas extrañas que susurraban al caer la noche y que eso era lo que lo hacía temible.

Un día, Luna decidió enfrentar su miedo y explorar el bosque. Mientras caminaba, sintió que los árboles parecían moverse un poco, pero se armó de valor y continuó.

"Puede que solo sean ruidos naturales...", se repetía a sí misma.

A medida que avanzaba, los susurros se hacían más fuertes. A su alrededor, vio sombras que danzaban, y su corazón latía con fuerza. De repente, un pequeño pájaro salió volando y se posó en su hombro.

"¿Por qué estás tan asustada, pequeña?", le preguntó el pájaro.

"Porque todo el pueblo dice que este es un bosque aterrador y lleno de secretos oscuros. No sé a qué se refieren", respondió Luna, agachando la cabeza.

"Te cuento un secreto: el bosque no es lo que parece. Solo quiero hablar y jugar, pero muchos se van sin conocernos" dijo el pájaro.

Luna se sorprendió. "¿De verdad? Pero, ¿qué hay de todos esos susurros?" inquirió.

"Es simple, son historias que los árboles cuentan entre ellos. Cuentos de aventuras, de sueños y de amigos. Se pone en marcha la imaginación, ¡y salen palabras al viento!", explicó el pájaro con alegría.

Intrigada por las palabras del pájaro, Luna decidió seguir adelante. En su camino, conoció a muchos otros amigos: un conejo que hacía magia y un ciervo que sabía danzar entre las hojas.

"¡Ven a jugar con nosotros!", invitó el conejo mientras hacía un truco.

Luna se unió a ellos, riendo y disfrutando de sus historias y juegos. Ya no sentía miedo, sino curiosidad y alegría. Pronto el sol comenzó a bajar y las sombras de los árboles se alargaron.

"Es hora de volver, pero volveré", prometió Luna.

"No temas a lo desconocido, lo que parece aterrador a veces es solo una parte de lo maravilloso que hay por descubrir", dijo el ciervo despidiéndola.

De regreso al pueblo, Luna compartió su experiencia con sus amigos. Todos estaban fascinados, y varios decidieron unirse a ella en su siguiente aventura.

"¡El bosque no es peligroso, está lleno de amistades y cuentos!", exclamó Luna.

Así, cada semana, un grupo de niños exploraba el Bosque de los Susurros, descubriendo la belleza y la magia que resguardaba. Pronto, el miedo se transformó en amistad, risas y valentía. Al final, el bosque dejó de ser un lugar temido y se convirtió en un lugar de unión y alegría para el pueblo.

Luna aprendió que el miedo muchas veces viene de lo desconocido, y que cuando se enfrenta, puede revelarse como una experiencia enriquecedora. Cada susurro del bosque ahora era una invitación a soñar, jugar y crear nuevas historias juntos.

FIN.

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