El Bosque de los Valores
En un hermoso y colorido bosque, donde los árboles susurraban dulces melodías y el viento jugaba entre las ramas, vivían cuatro amigos: Lía, la ardilla; Tino, el conejo; Coco, el loro; y Nube, la tortuga. Cada uno de ellos tenía un valor especial que hacía el bosque un lugar mejor.
Lía, la ardilla, era conocida por su amor y bondad. Siempre ayudaba a sus amigos y nunca se negaba a compartir sus nueces. Un día, mientras recogía nueces, escuchó a Tino llorar.
"¿Qué te pasa, Tino?" - le preguntó Lía.
"No puedo alcanzar las mejores zanahorias porque están en la cima de la colina y soy demasiado pequeño" - sollozó Tino.
Lía sonrió y dijo: "No te preocupes, amigo. Haremos una cadena humana y juntos alcanzaremos esas zanahorias. Yo puedo subir más alto y pasarte las zanahorias a vos."
Los amigos se unieron y, gracias a la amabilidad de Lía, lograron recoger todas las zanahorias que Tino quería. Tino, agradecido, decidió que en la próxima cosecha compartiría su botín.
Unos días después, un nuevo problema surgió. Coco, el loro, había encontrado un hermoso y brillante espejo en el río. Sin embargo, cuando quiso llevarlo a casa, se dio cuenta de que estaba demasiado pesado.
"¡Ayuda! No puedo con este espejo!" - gritó Coco, frustrado.
Nube, la tortuga, que siempre había mantenido la calma, se acercó a Coco y le dijo:
"Coco, si nos comunicamos y trabajamos en equipo, podemos lograrlo. ¿Qué te parece si lo empujamos juntos?"
Así lo hicieron y, gracias a la confianza y la comunicación, lograron llevar el espejo a casa. Coco estaba tan feliz que decidió compartir su espejo con los demás, para que pudieran verse reflejados y apreciar sus diferencias.
Con el tiempo, ocurrió algo fascinante en el bosque. Un día, apareció un gigante que quería llevarse todos los árboles para hacer su casa. Los animales estaban asustados y no sabían qué hacer.
"¡Ay no! ¡Nos quedaremos sin hogar!" - exclamó Lía, temerosa.
"Nosotros somos amigos, debemos pensar en esto juntos" - dijo Nube con coraje. "Podemos usar nuestros valores para enfrentarlo."
Tino propuso que cada uno usara su valor especial. "Lía puede hablar con amor, Coco puede volar alto y comunicarse desde el aire, Nube puede ser fuerte con su sabiduría y yo... yo puedo distraerlo con velocidad!"
Así, el grupo ideó un plan. Lía se acercó al gigante y le habló con cariño:
"Hola, grandote. ¿No preferirías jugar con nosotros en lugar de llevarte nuestros árboles?"
El gigante se detuvo, sorprendido. "Nunca había pensado en jugar. En mi casa, solo estoy solo."
Coco, desde lo alto, comenzó a cantar una alegre canción mientras Tino corría rápido delante del gigante, haciendo que este se riera. Nube, con su sabiduría, explicó al gigante por qué los árboles eran importantes.
"Los árboles nos dan sombra y hogar, y nos ayudan a jugar en este hermoso bosque. Tal vez podrías quedarte a jugar con nosotros y disfrutar de la naturaleza."
El gigante, tocado por la amabilidad y el coraje de los pequeños animales, decidió no llevarse los árboles. "Tal vez ustedes tengan razón. Me encantaría tener amigos."
A partir de ese día, el gigante se convirtió en un protector del bosque y jugaba con los animales todos los días. Crearon un nuevo hogar lleno de amor, confianza, comunicación, amabilidad y coraje.
Los cuatro amigos se dieron cuenta de que los valores son una fuerza poderosa. Juntos pudieron superar desafíos, y el bosque se volvió más alegre que nunca. Y así, el bosque se llenó de risas, juegos y una gran amistad entre todos sus habitantes, incluso el gigante que una vez asustó a todos.
Desde entonces, los cuatro amigos siempre recordaron lo importante que es apoyarse mutuamente, y cada vez que enfrentaban un nuevo desafío, sabían que podían contar el uno con el otro, y que, juntos, eran invencibles.
FIN.