El Bosque de Papel



En una ciudad gris y bulliciosa donde los árboles brillaban por su ausencia, vivía Martina, una niña curiosa y soñadora que anhelaba ver un bosque de verdad.

Todos los días, al salir de la escuela, se sentaba en un banco del parque a dibujar árboles y pájaros en su cuaderno. Un día, mientras Martina garabateaba con tristeza un árbol solitario en medio de tanto cemento, sintió una presencia mágica a su lado.

Era Flora, una driade diminuta con alas de mariposa que había llegado desde lejanas tierras para ayudarla. "¡Hola, Martina! Soy Flora, guardiana de la naturaleza. He venido a ayudarte a salvar el mundo con tus dibujos", dijo la criatura con voz melodiosa.

Martina no podía creer lo que veían sus ojos. Sin embargo, decidió confiar en aquella extraña pero encantadora compañera.

Juntas emprendieron un viaje fantástico por la ciudad en busca de lugares donde sembrar semillas mágicas que harían crecer árboles frondosos y coloridos. Cada vez que Martina dibujaba un árbol en su cuaderno y colocaba una semilla sobre él, Flora lanzaba polvo de hadas sobre el papel y este cobraba vida ante sus asombrados ojos.

Poco a poco, la ciudad comenzó a transformarse: calles antes grises se llenaron de flores silvestres; edificios sin vida se cubrieron de hiedra y enredaderas; y el canto de aves volvió a escucharse entre los rascacielos. Sin embargo, no todo sería tan sencillo.

Un día oscuro y nublado, cuando Martina y Flora estaban plantando rosales junto a una fuente abandonada, apareció Hugo Hedor, un villano malvado obsesionado con el progreso urbano sin límites.

"¡Deténganse inmediatamente! ¡Están arruinando mi plan perfecto para esta ciudad!" gritó Hugo Hedor mientras hacía gestos amenazantes con las manos. Flora tembló ligeramente ante la oscuridad que emanaba aquel hombre despiadado.

Pero Martina tomó valor y mirando fijamente al villano le dijo:"Los árboles son vida; los bosques son hogares para miles de seres vivos. No permitiré que sigas dañando nuestro planeta". Con un gesto rápido, Flora esparció polvo mágico sobre las rosas recién plantadas por Martina e inmediatamente estas crecieron formando un laberinto infranqueable alrededor del malvado Hugo Hedor.

El villano intentó escapar entre las espinas pero era inútil: las rosas tenían vida propia gracias al amor puesto por Martina en sus dibujos.

Finalmente fue rodeado completamente por ellas hasta quedar atrapado como castigo por querer dañar la naturaleza. La noticia corrió rápidamente por toda la ciudad: "¡Martina ha salvado al mundo con sus dibujos! ¡Flora ha devuelto la magia perdida!".

La gente salió a las calles celebrando el regreso de los bosques urbanos gracias al increíble trabajo en equipo entre una niña valiente y una pequeña driade protectora.

Desde ese día en adelante, Martina continuó dibujando nuevos paisajes llenos de vida verdor mientras Flora cuidaba celosamente cada brote nacido del lápiz mágico de su amiga humana. Juntas demostraron que incluso en medio de tanta modernidad aún hay espacio para el encanto natural si se trabaja con amor y determinación.

FIN.

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