El bosque encantado
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había un bosque que todos llamaban "El bosque encantado". La gente decía que en su interior, los árboles susurraban secretos y que las flores tenían colores que nunca se habían visto. Sin embargo, los más valientes contaban historias sobre un misterioso guardián, un pequeño duende llamado Tiko, que protegía el bosque y que solo aparecía ante aquellos que tenían un corazón puro.
Un día, una niña llamada Sofía decidió aventurarse en el bosque. Con su mochila llena de bocadillos y su peluche favorito, se dirigió hacia la entrada, determinada a descubrir la magia que todos mencionaban.
"Solo necesito un poco de valor", se decía a sí misma mientras cruzaba la línea que separaba el pueblo del bosque.
Al principio, el bosque era silencioso. Los árboles altos creaban un techo verde que bloqueaba el sol, y el aroma de las flores llenaba el aire. Sofía respiró hondo y siguió caminando. De repente, escuchó un suave susurro.
"¿Hola? ¿Hay alguien ahí?" preguntó Sofía, un poco asustada.
Apareció un destello de luz entre los árboles y, antes de que Sofía pudiera reaccionar, un pequeño duende con un gorro puntiagudo y alas brillantes se posó frente a ella.
"¡Hola, Sofía! Soy Tiko, el guardián del bosque encantado. He estado esperando a alguien especial como vos", dijo el duende con una sonrisa traviesa.
"¿A mí? Pero soy solo una niña", respondió Sofía, sorprendiéndose.
"Exactamente. A veces, los más pequeños tienen los corazones más grandes. ¿Te gustaría conocer el secreto del bosque?"
Sofía asintió con entusiasmo. Tiko la llevó a un pequeño claro donde flores de colores brillantes danzaban al compás de un suave viento.
"Estas flores pueden hablar. Solo se muestran a quienes son amables y respetuosos“, explicó Tiko.
"¿De verdad?", preguntó Sofía, mientras un girasol se movía hacia ella.
"¡Hola, pequeña!", pétalos vibrantes dijeron al unísono las flores. Sofía estalló en risas.
Entre risas y juegos, Sofía se unió a Tiko, quien le mostró los rincones del bosque: un lago de aguas cristalinas donde los peces danzaban, un árbol milenario con ramas llenas de historias y un campamento de amigos, los animales del bosque.
Mientras exploraban, Sofía sintió que su corazón crecía de alegría. Sin embargo, después de un tiempo, notó que el cielo comenzaba a oscurecer y la inquietud la invadió.
"Debo volver a casa", dijo Sofía, un poco triste.
"No te preocupes, siempre puedes volver. Pero antes, quiero mostrarte algo más", respondió Tiko.
El duende llevó a Sofía a un gran mural en una pared de roca. Era un mural hecho de hojas y piedras brillantes.
"Esto es lo que llamamos el Árbol de los Sueños. Cada hoja representa el sueño de alguien. Si deseas algo sincero desde tu corazón, este árbol te ayudará a lograrlo", explicó Tiko.
"Yo deseo que todos en mi pueblo puedan conocer esta magia y cuidar el bosque", exclamó Sofía.
Con un parpadeo, las hojas comenzaron a brillar y el mural pulsaba con una luz suave y cálida.
"Tu deseo es puro. Comienza la magia", aseguro Tiko.
De repente, en el pueblo, los habitantes comenzaron a soñar con el bosque encantado. Al día siguiente, niños y adultos se aventuraron en busca de lo que Sofía había presenciado.
Con el tiempo, los vecinos empezaron a cuidar la naturaleza, plantando árboles y flores. El bosque se convirtió en un símbolo de unidad y amor por el medio ambiente.
Ahora, cada vez que alguien necesitaba belleza en su vida, sólo debía mirar hacia el bosque. Sofía se convirtió en una joven guardiana del bosque junto a Tiko, compartiendo las enseñanzas del amor y el respeto por la naturaleza, asegurando que esos valores siguieran vivos.
Y así, el bosque encantado vivió en el corazón de todos, recordando siempre que la verdadera magia se encuentra en los sueños compartidos y en cuidar de nuestro hogar, el planeta.
"Siempre recuerda, Sofía, donde hay amor, la magia florece", dijo Tiko mientras se desvanecía en un destello, dejando a Sofía con una sonrisa y un corazón lleno de esperanza.
FIN.