El bosque encantado


Había una vez un niño llamado Yeray que estaba en la clase de los exploradores. Era un niño muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras para vivir.

Un día, el profesor de los exploradores, Don Martín, anunció emocionado que iban a hacer una excursión al bosque para descubrir nuevos animales y plantas. Todos los niños estaban emocionados con la noticia, pero Yeray se sentía especialmente entusiasmado.

El día de la excursión llegó y todos se encontraron en el punto de encuentro. Don Martín les dio instrucciones sobre cómo comportarse en el bosque y cómo respetar a la naturaleza. Los niños asintieron con entusiasmo y comenzaron su aventura.

Mientras caminaban por el bosque, Yeray se separó del grupo sin darse cuenta. Siguió explorando por su cuenta hasta que se dio cuenta de que estaba perdido. Comenzó a sentir miedo y no sabía qué hacer. De repente, escuchó un ruido extraño detrás de unos arbustos.

Se acercó sigilosamente y vio a una pequeña ardilla atrapada en una red de ramas. La ardilla tenía miedo y no podía liberarse. Yeray sintió compasión por la ardilla y decidió ayudarla.

Con mucho cuidado, desató las ramas mientras le hablaba suavemente para tranquilizarla. Finalmente, logró liberarla y la ardilla saltó rápidamente hacia un árbol cercano. Justo en ese momento, Don Martín apareció preocupado buscando a Yeray.

Cuando vio lo que había sucedido, el profesor elogió a Yeray por su valentía y compasión hacia los animales. Le recordó la importancia de siempre ayudar a los seres vivos que lo necesitan. Después de ese incidente, todos continuaron explorando el bosque juntos.

Descubrieron plantas exóticas, escucharon el canto de hermosos pájaros y observaron mariposas de colores brillantes. Fue una experiencia increíble para todos. Al final del día, regresaron al punto de encuentro donde sus padres los esperaban ansiosamente.

Yeray corrió hacia su mamá y le contó emocionado todas las aventuras que había vivido en el bosque. Los padres sonrieron orgullosos y felicitaron a Yeray por su valentía y bondad hacia la ardilla.

Estaban contentos de ver cómo su hijo aprendía importantes lecciones sobre el respeto a la naturaleza y la importancia de ayudar a otros seres vivos. Desde ese día, Yeray se convirtió en un verdadero protector del medio ambiente.

Siempre buscaba formas de cuidar la naturaleza y ayudar a los animales en peligro. Su espíritu explorador nunca se apagó, pero ahora también tenía un corazón lleno de amor por todo lo que le rodeaba.

Y así, Yeray siguió creciendo como un niño valiente e inspirador, dejando huellas positivas en cada lugar al que iba. Aprendió que incluso las más pequeñas acciones pueden tener un gran impacto en nuestro mundo.

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