El Bosque Encantado de Andrea


Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, una niña llamada Andrea. Desde muy pequeña, Andrea había sentido una conexión especial con la naturaleza.

Le encantaba salir a dar largos paseos por el bosque, observando los árboles, las flores y escuchando el canto de los pájaros.

Un día soleado, mientras caminaba por el sendero que llevaba al río, Andrea decidió llevar consigo un cuaderno y un lápiz para escribir todo lo que veía y sentía en su corazón. Se sentó en una piedra junto al agua cristalina y comenzó a plasmar en palabras la belleza que la rodeaba. "¡Qué hermoso es este lugar! -susurró Andrea mientras escribía-.

Los árboles bailan con el viento, las mariposas revolotean entre las flores y el sol brilla con fuerza en el cielo azul. "Mientras seguía escribiendo, Andrea escuchó un suave chapoteo en el agua.

Al mirar hacia el río, vio a una familia de patos nadando juntos. Se sintió emocionada al presenciar esa escena tan tierna y decidió dibujarla en su cuaderno. "¡Hola patitos! -exclamó Andrea con alegría-.

¡Son tan lindos nadando juntos en el río!"Los días pasaron y Andrea siguió explorando cada rincón del bosque, siempre atenta a los detalles más pequeños: una flor que se abría al sol, un conejo que saltaba entre los arbustos o una nube blanca que se deslizaba lentamente por el cielo.

Una tarde de primavera, mientras caminaba por un prado lleno de margaritas, Andrea se detuvo al ver algo brillante entre la hierba. Era una mariposa amarilla con manchas negras que revoloteaba delicadamente.

Sin hacer ruido para no espantarla, se acercó lentamente y extendió su mano. La mariposa se posó sobre ella como si fuera un regalo del bosque. "Eres tan hermosa como las flores -le susurró Andrea a la mariposa-. Gracias por compartir tu belleza conmigo.

"La mariposa permaneció unos segundos sobre la mano de Andrea antes de emprender vuelo nuevamente hacia el horizonte. La niña sonrió emocionada y supo en ese instante que esos momentos mágicos quedarían grabados para siempre en su corazón.

Con cada página escrita y cada dibujo realizado en su cuaderno, Andrea descubría la importancia de detenerse a observar la naturaleza, de apreciar sus regalos silenciosos y de sentirse parte de algo mucho más grande que ella misma.

Y así, entre pájaros cantores, arroyos murmurantes y árboles centenarios, la niña solitaria encontró su hogar más verdadero: en cada hoja escrita con amor hacia aquellos seres vivientes que le regalaban paz y felicidad infinitas.

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