El Bosque Encantado de Aventura



Era un día soleado cuando dos niños, Lola y Tomás, decidieron explorar el bosque encantado que estaba al borde de su pueblo. Con ellos, su fiel perro, Max, correteaba alegremente, moviendo su cola de un lado a otro.

"¡Vamos, Tomás!" - dijo Lola emocionada. "Escuché que en el corazón del bosque hay un árbol que realiza deseos."

"No sé, Lola. Dicen que el bosque es mágico, pero también hay que tener cuidado..." - respondió Tomás con un poco de temor.

"¡Pero Max nos protegerá!" - exclamó Lola mientras acariciaba a su perro. "Siempre ha estado a nuestro lado."

Así, los tres amigos se adentraron en el bosque. Mientras caminaban, notaron que los árboles eran más altos y grandes de lo habitual, y que el aire olía a flores y frutas exóticas. De pronto, Max empezó a ladrar y a correr hacia un camino que se adentraba aún más en el bosque.

"¡Max, ven aquí!" - llamó Tomás, asustado.

"Él sabe lo que hace. ¡Vamos!" - animó Lola, y ambos niños siguieron al perro.

Después de un rato, llegaron a un claro iluminado por el sol. En el centro, había un majestuoso árbol con hojas doradas.

"¡Mirá, Tomás! ¡Es el árbol de los deseos!" - gritó Lola llena de emoción.

"Sí, pero ¿cómo funciona?" - preguntó Tomás, mirando el árbol con aprensión.

"Creo que debemos tocarlo y pedir un deseo en voz alta. ¡Vamos!" - dijo Lola y ambas manos se acercaron al tronco. Tomás, aún dudando, la siguió.

"Yo deseo... un nuevo juego de mesa!" - dijo Lola.

"Yo deseo que el mundo sea un lugar más justo para todos los niños..." - expresó Tomás, pensando en lo que más deseaba.

Max, curioso, se puso a ladrar y a girar alrededor del árbol, como si entendiera la importancia del momento. Pero de repente, una brisa fuerte sacudió las hojas del árbol y una voz suave emergió de su tronco.

"¡Oh, pequeños soñadores!" - resonó la voz. "Los deseos pueden traer sorpresas. ¿Están listos para vivir una aventura?"

Ambos niños asintieron, sus corazones latiendo de emoción y un poco de miedo.

"No se olviden de que sus deseos tienen poder. ¡Vamos a ver qué les depara el destino!" - dijo el árbol mientras sus raíces comenzaban a brillar.

De pronto, Lola, Tomás y Max fueron transportados a un mundo diferente. Eran las mismas tierras, pero todo estaba cubierto de colores vibrantes y extrañas criaturas.

"¿Qué es esto?" - preguntó Tomás, mirando a su alrededor.

"Parece que estamos en el país de los deseos cumplidos... ¡Mirá allá!" - dijo Lola señalando un grupo de niños que jugaban con un enorme juego de mesa, donde las piezas eran animales del bosque.

"¡Wow! ¡Esto es increíble!" - exclamó Tomás, pero luego se sintió un poco incómodo al ver cómo los niños a su alrededor no parecían estar compartiendo ni ayudando unos a otros.

"Lola, creo que aquí no todos son felices..." - murmuró.

"Tenés razón. ¡Mirá cómo pelean por el turno para jugar!" - respondió Lola.

Entonces, Max se acercó a un niño que lloraba porque no podía jugar, y con su cariñosa presencia, empezó a consolarlo. Los niños miraron a Max y se dieron cuenta de que podían hacer algo diferente.

"¡Podemos jugar todos juntos!" - gritó Tomás, tomando la iniciativa.

"Sí, en lugar de pelear, ¡hagamos un gran juego en equipo!" - propuso Lola.

Y así, los chicos comenzaron a organizarse, a compartir y a colaborar. Pronto todos estaban sonriendo y riendo. El árbol de los deseos observó desde lejos, con orgullo por el cambio que los niños estaban trayendo.

"Este es el verdadero deseo que vale la pena cumplir: la amistad y el trabajo en equipo." - resonó la voz del árbol en el aire.

Finalmente, después de mucha diversión, el árbol los envolvió en una luz dorada. Cuando despertaron, estaban en el claro del bosque, al lado del árbol mágico.

"¿Lo soñamos?" - preguntó Tomás, todavía sorprendido por lo que vivieron.

"No, Tomás. ¡Lo hicimos!" - rió Lola. "A veces, el deseo más grande es recordar que juntos somos más fuertes y felices."

Max movió la cola alegremente, como si supiera que habían vivido algo importante. Los niños se miraron mutuamente, sonriendo mientras el sol comenzaba a ocultarse tras los árboles.

"Vamos a contarles a todos lo que aprendimos. La amistad y el compartir son los mejores deseos del mundo." - dijo Tomás con determinación.

Y así giraron hacia el camino de regreso a casa, dispuestos a vivir y compartir siempre con alegría y compañerismo, dejando sus corazones abiertos a más aventuras por venir.

FIN.

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