El bosque encantado de Felipe
Había una vez un niño llamado Felipe, que era aventurero y siempre estaba buscando nuevas emociones. Un día, decidió explorar el bosque mágico que se encontraba cerca de su casa.
Estaba tan emocionado por esta nueva aventura que no se dio cuenta de cómo se adentraba cada vez más en el bosque. De repente, Felipe notó que ya no reconocía su camino de regreso a casa. Se sentía asustado y preocupado.
Caminó y caminó sin rumbo fijo hasta que encontró un árbol muy peculiar con ojos grandes y brillantes. "¡Hola! ¿Estás perdido?" -preguntó el árbol amablemente. Felipe asintió con la cabeza y respondió: "Sí, me he perdido en este bosque mágico".
El árbol sonrió y le dijo: "No te preocupes, pequeño aventurero. Te ayudaré a encontrar tu camino a casa". El árbol extendió sus ramas para mostrarle dos caminos diferentes.
Uno parecía oscuro y sombrío, mientras que el otro estaba lleno de luz brillante. "Si tomas el camino oscuro, encontrarás criaturas extrañas pero útiles para guiarte", dijo el árbol misteriosamente. Felipe pensó por un momento y decidió tomar el camino oscuro.
Siguiendo ese sendero llegó a una cueva donde había murciélagos colgados del techo. Los murciélagos comenzaron a volar alrededor de Felipe formando una flecha gigante señalando hacia la salida. Gracias a los murciélagos, Felipe pudo continuar su viaje.
Mientras seguía caminando, se encontró con un lago de aguas cristalinas. En el centro del lago había una pequeña isla con una tortuga gigante. "¡Hola, Felipe! ¿Necesitas ayuda para salir del bosque?" -preguntó la tortuga amigablemente. Felipe asintió y le explicó su situación a la tortuga.
La tortuga sonrió y dijo: "Si me ayudas a limpiar mi caparazón, te llevaré a la orilla más cercana". Felipe aceptó encantado y comenzó a limpiar el caparazón de la tortuga con mucho cuidado.
Una vez que terminaron, la tortuga lo llevó hasta la orilla más cercana. Felipe estaba ahora en un claro soleado rodeado de flores hermosas y coloridas mariposas volando por todas partes. Justo en ese momento, apareció un conejo saltarín.
"¡Hola, Felipe! He escuchado que estás perdido en el bosque", dijo el conejo con entusiasmo. Felipe asintió y le contó al conejo acerca de su aventura hasta ahora. El conejo sonrió y dijo: "Si me sigues, te mostraré el camino seguro hacia tu casa".
Felipe siguió al conejo mientras este saltaba de un lado al otro entre los árboles, guiándolo por senderos conocidos hasta llegar finalmente a las afueras del bosque mágico.
Al ver su hogar nuevamente, Felipe sintió alegría y gratitud hacia todas las criaturas extrañas que lo habían ayudado en su camino de regreso. Aprendió que incluso en situaciones difíciles, siempre hay alguien dispuesto a tender una mano amiga. Desde ese día, Felipe nunca se perdió en el bosque mágico nuevamente.
Y cada vez que lo visitaba, recordaba con cariño a sus amigos murciélagos, tortuga y conejo que lo habían guiado de regreso a casa.
Y así, Felipe aprendió la importancia de aceptar la ayuda de los demás y valorar la amistad en todas sus formas. Fin.
FIN.