El bosque encantado de la abuela perdida



Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de un frondoso bosque, dos hermanos llamados Tomás y Juan. Tomás era un adolescente valiente y aventurero, mientras que Juan era su hermano menor, curioso y travieso.

Un día, su abuela Margarita salió a dar un paseo por el bosque y nunca regresó. La gente del pueblo decía que en el bosque había una cabaña misteriosa donde vivía un viejo ermitaño que podía predecir el futuro.

Tomás, decidido a encontrar a su abuela, tomó la mano de Juan y juntos se adentraron en el oscuro bosque en busca de pistas.

A medida que avanzaban entre los árboles altos y retorcidos, comenzaron a escuchar extraños ruidos y a ver sombras moverse entre las ramas. El corazón de Juan latía con fuerza, pero Tomás lo tranquilizaba diciéndole: "No tengas miedo, hermanito. Estoy aquí para protegerte". Finalmente llegaron a la cabaña misteriosa.

La puerta chirriaba al abrirse lentamente, revelando una habitación llena de velas parpadeantes y libros antiguos. En medio de la habitación estaba el viejo ermitaño con una mirada sabia en sus ojos arrugados.

"¿Qué hacen dos niños tan jóvenes en mi humilde morada?", preguntó el ermitaño con voz grave. Tomás explicó la situación sobre su abuela perdida y le pidió ayuda para encontrarla. El ermitaño asintió lentamente y les dijo: "Para encontrar a tu abuela, primero deben superar tres pruebas dentro del bosque".

La primera prueba consistía en cruzar un río caudaloso sin puente ni bote. Con astucia e ingenio, los hermanos construyeron un improvisado puente con ramas y piedras para llegar al otro lado sano y salvo.

La segunda prueba los llevó a través de un laberinto de espinas afiladas que parecían moverse por sí solas. Con paciencia y trabajo en equipo lograron atravesarlo sin lastimarse.

La tercera prueba los enfrentó a una manada de lobos hambrientos que bloqueaban el camino hacia la guarida de la abuela Margarita. Recordando las historias que su abuela solía contarles sobre cómo hablar con los animales, Juan se acercó a los lobos con valentía y les habló con dulzura hasta ganarse su confianza.

Al llegar finalmente a la guarida de la abuela Margarita, encontraron a la anciana descansando plácidamente junto a un arroyo cristalino.

Llena de alegría al verlos, les contó cómo se había perdido pero gracias al cuidado del bosque había encontrado refugio allí. Tomás abrazó emocionado a su querida abuela mientras Juan jugueteaba feliz cerca del agua.

El viejo ermitaño apareció detrás de ellos sonriendo sabiamente: "Han demostrado ser valientes, astutos e amorosos; cualidades indispensables para aquellos dispuestos a ayudar a otros". Con lágrimas en los ojos, Tomás dio las gracias al ermitaño por su guía invaluable antes de despedirse junto con Juan y su querida abuela rumbo al pueblo donde fueron recibidos como héroes.

Y así termina esta historia sobre dos hermanos valientes que enfrentaron sus miedos para rescatar lo más importante: el amor familiar.

FIN.

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