El Bosque Encantado de la Amistad



En un pequeño pueblito llamado Villaluz, rodeado de un enorme y misterioso bosque, vivían tres amigos inseparables: Lila, una bruja amable y llena de magia; Gonzalo, un fantasma juguetón que nunca asustaba a nadie; y Tomás, un valiente niño con gran curiosidad.

Una tarde, mientras exploraban el bosque, Gonzalo dijo:

"Che, ¿y si buscamos el misterioso árbol de los deseos? Dicen que quien lo toca puede pedir un deseo."

"Me parece una idea espectacular!" respondió Tomás emocionado.

"Pero... hay que tener cuidado. Dicen que en esa parte del bosque hay zombis que no son muy amistosos", advirtió Lila, moviendo su varita mágica.

"No importa, yo les hablaré. ¡Quizás solo necesiten un amigo!" exclamó Gonzalo, que siempre creía que todos podían ser amigos, sin importar su apariencia.

Así, los tres amigos se adentraron en el bosque. Después de caminar un rato, encontraron a un grupo de zombis con aspecto triste, que se lamentaban por no poder jugar.

"¿Por qué están tan tristes?" les preguntó Tomás.

Uno de los zombis, con movimientos torpes, respondió:

"No tenemos amigos, todos nos asustan."

Lila se acercó con una sonrisa.

"¡No hay por qué asustarse! Somos amigos, ¿quieres jugar con nosotros?"

Los zombis se miraron entre ellos, sorprendidos por la propuesta.

"¿De verdad?" preguntó uno que parecía el más viejo del grupo.

"Sí! Juguemos a las escondidas. Y si se asustan, siempre pueden usar sus habilidades de zombis para esconderse mejor."

Los zombis asintieron, felices, y comenzaron a jugar juntos, riendo y corriendo por el bosque. Mientras tanto, Gonzalo aprovechó la oportunidad para preguntarles sobre el árbol de los deseos.

"¿Saben dónde está el árbol mágico?" dijo Gonzalo, volando en círculos.

"Sí, está más allá de la colina, justo donde el camino se vuelve más oscuro", afirmó uno de los zombis.

Mientras se acercaban al árbol, comenzaron a escuchar un rumor inquietante.

"¿Qué es eso?" preguntó Tomás, mirando hacia atrás.

"No lo sé, pero suena como si hubiera más zombis, y no parecen tan amigables. ¡Tenemos que apurarnos!" dijo Lila.

Sin embargo, al llegar al árbol, se encontraron con varios zombis que parecían enfadados. Uno de ellos, un poco más grande, avanzó hacia ellos.

"¡Alto ahí! ¿Por qué creen que pueden llegar al árbol de los deseos?"

Gonzalo, valiente como siempre, se adelantó.

"Solo queremos hacer amigos y pedir un deseo. Pero si no quieren, podemos volver a jugar a las escondidas. Nos parece que hay suficiente diversión para todos."

El gran zombi se detuvo, confundido.

"¿Diversión? Nunca hemos jugado. Solo asustamos a la gente."

Lila, con su varita, hizo aparecer colores brillantes en el aire.

"La magia de la amistad es la más poderosa. ¡Podemos jugar todos juntos y, al final, podemos pedir un deseo!"

Al ver los colores y escuchar el entusiasmo de los nuevos amigos, el gran zombi sonrió.

"Está bien, juguemos. Pero primero, ¿qué desean?"

Tomás respondió rápidamente:

"Deseamos que todos en el bosque puedan ser amigos, y que siempre haya diversión en Villaluz."

El árbol comenzó a brillar intensamente y de repente, una ola de luz cubrió el bosque. Todos los zombis, brujas y criaturas mágicas comenzaron a bailar y jugar juntos. En ese momento, el gran zombi, ahora sonriendo, dijo:

"¡Tienes razón! La amistad puede vencer el miedo. Gracias por enseñárnoslo."

Desde entonces, Villaluz se convirtió en el lugar donde todos, sin importar si eran brujas, zombis o fantasmas, podían jugar juntos, compartir risas y aprender que la verdadera magia está en la amistad.

Y así, Lila, Gonzalo y Tomás regresaron a su hogar, contentos de haber hecho nuevos amigos y de haber desdibujado las fronteras entre el miedo y la unión. En su corazón, llevaban la enseñanza de que siempre hay un espacio para la amistad, incluso en los lugares más inesperados.

FIN.

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