El Bosque Encantado de las Ardillas



Había una vez en un lejano campo, un mago muy especial conocido como el Mago del Otoño.

Este mago no usaba su varita para hacer trucos, sino que llevaba consigo una maleta llena de sorpresas mágicas que utilizaba para cambiar el paisaje a su paso. Una mañana soleada, el Mago del Otoño decidió emprender un viaje en tren hacia un hermoso campo lleno de árboles con hojas doradas y rojizas.

Al llegar al campo, sacó de su maleta un viento fresco que soplaba suavemente, refrescando el ambiente y haciendo bailar las hojas en los árboles. Las ardillas curiosas que vivían en aquel bosque se acercaron al mago maravilladas por su magia.

-¡Hola, querido Mago del Otoño! ¿Qué traes hoy en tu maleta mágica? -preguntó traviesa la ardilla más pequeña. El mago sonrió y les mostró una bolsa llena de semillas brillantes. -Hoy vamos a ayudar a los árboles a prepararse para el invierno.

¿Les gustaría ayudarme a tirar las hojas secas? Las ardillas asintieron emocionadas y comenzaron a correr de un lado a otro, saltando de rama en rama y agitando sus colas peludas para hacer caer las hojas secas al suelo.

El viento fresco soplaba con fuerza, llevándose las hojas por los campos y creando remolinos de colores otoñales. De repente, una ráfaga de viento más fuerte hizo temblar los árboles y algunas ramitas empezaron a desprenderse peligrosamente.

Las ardillas se miraron preocupadas mientras el mago intentaba controlar la situación. -¡No te preocupes! ¡Tengo algo especial para esto! -exclamó el Mago del Otoño sacando una varita larga y flexible de su maleta-.

Con esta varita mágica puedo hacer que las ramitas vuelvan seguras a sus lugares sin dañar a los árboles. Con movimientos elegantes, el mago agitó la varita sobre las ramitas desprendidas y estas volvieron rápidamente a sus posiciones originales sin causar ningún daño.

Las ardillas aplaudieron emocionadas ante tanta habilidad mágica. Al finalizar la tarea, todos se sentaron juntos bajo la sombra de un gran roble centenario mientras compartían unas nueces y reían felices por la aventura vivida ese día.

Las ardillas le dieron las gracias al Mago del Otoño por enseñarles cómo cuidar del bosque con amor y respeto.

Y así, entre risas y juegos, terminó este día inolvidable en el campo donde la magia del otoño había dejado huella no solo en los árboles sino también en los corazones de quienes lo habitaran. El Mago del Otoño guardó su varita mágica en la maleta sabiendo que siempre habría más aventuras esperándolo en cada estación del año.

FIN.

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