El Bosque Encantado de las Manzanas



Había una vez en un lejano bosque encantado, dos amigos llamados Matías y Leonardo. Ellos vivían en un pequeño pueblo cerca del bosque y siempre escuchaban historias sobre un lugar mágico lleno de manzanas deliciosas.

Un día, decidieron aventurarse juntos en busca del Bosque Encantado de las Manzanas. -Matías, ¿has escuchado sobre las manzanas mágicas del bosque? -preguntó Leonardo con entusiasmo. -¡Sí, he oído que son las manzanas más sabrosas y especiales que existen! -respondió Matías emocionado.

Llenos de ilusión, los dos amigos se prepararon para comenzar su gran aventura. Empacaron algunas provisiones y se adentraron en el bosque con valentía.

El bosque estaba lleno de sonidos misteriosos y colores brillantes, pero los dos amigos no temían, estaban decididos a encontrar las manzanas mágicas. Después de caminar un buen rato, vieron un destello de luz entre los árboles. Se acercaron sigilosamente y se encontraron frente a una hermosa puerta de madera tallada.

Con algo de temor pero mucha curiosidad, la abrieron y la atravesaron. Al cruzarla, se encontraron con un espectáculo maravilloso: un bosque lleno de manzanos gigantes cargados de las más increíbles manzanas que nunca habían visto. -¡Mira, Matías! ¡Son las manzanas mágicas del bosque encantado! -exclamó Leonardo emocionado.

Los dos amigos recogieron algunas manzanas y comenzaron a saborear su delicioso sabor. De repente, escucharon una voz misteriosa que les dijo: -Cada manzana que tome un buen corazón, se convertirá en un gran tesoro.

Los niños se miraron sorprendidos, sin comprender del todo el significado de esas palabras. Decidieron llevar algunas manzanas a su pueblo, para compartir la maravilla con los demás. Pero en el camino de regreso, apareció un duende travieso que les lanzó un hechizo.

De repente, las manzanas desaparecieron de sus manos. Los niños, desilusionados, se sentaron en el suelo pensando qué hacer. -No podemos volver sin las manzanas, prometimos llevar la magia a nuestro pueblo -dijo Leonardo, con los ojos llenos de tristeza.

Matías lo miró y dijo: -Aún tenemos algo más valioso que las manzanas, tenemos el deseo sincero de compartir algo especial.

Al recordar las palabras misteriosas que habían escuchado en el bosque, entendieron que el verdadero tesoro era el amor y la generosidad que sentían en sus corazones. Con esa idea en mente, regresaron al bosque y encontraron al duende llorando. -¿Qué te sucede, amigo duende? -preguntó Leonardo con compasión.

-Estoy triste porque el hechizo que lancé no traía felicidad a nadie, solo traía desilusión -respondió el duende con pesar. Matías y Leonardo comprendieron que el duende necesitaba cariño y amistad, así que decidieron compartir con él su propia alegría y amor.

El duende, asombrado por la generosidad de los niños, les devolvió las manzanas y les dijo: -Gracias por mostrarme lo poderoso que es el corazón bondadoso de dos amigos.

Los niños regresaron a su pueblo, donde compartieron las deliciosas manzanas mágicas y la lección de amor que habían aprendido en el bosque encantado. A partir de ese día, la magia de las manzanas no solo llenó los estómagos de los habitantes, sino también sus corazones.

Los niños aprendieron que el tesoro más valioso no siempre es tangible, sino que puede encontrarse en los actos de bondad y generosidad. Desde entonces, Matías y Leonardo se convirtieron en los guardianes del bosque encantado, compartiendo su amor y alegría con todos los que se aventuraban en él.

FIN.

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