El Bosque Encantado de Lila
Había una vez una niña llamada Lila, que vivía en un pequeño pueblo al borde de un vasto y misterioso bosque. Lila siempre había oído historias sobre las criaturas mágicas que habitaban allí: hadas danzantes, duendes traviesos y árboles que susurraban secretos. Un día, mientras jugaba cerca del bosque, su curiosidad la llevó a adentrarse un poco más.
–"Solo un pasito más y regreso", se dijo Lila, mientras cruzaba la frontera entre su mundo y el mágico.
El bosque era un lugar deslumbrante. Los árboles brillaban con un fulgor suave, las flores se movían como si estuvieran bailando, y el aire estaba lleno de risas. Justo cuando Lila estaba a punto de volver, un duende pequeño apareció.
–"¡Hola, pequeña aventurera! ¿Cómo te llamas?", preguntó el duende, saltando alegremente.
–"Me llamo Lila. Estoy perdida un poco, pero todo es tan hermoso que no me quiero ir", respondió la niña, con los ojos desbordando asombro.
El duende sonrió, mostrando sus dientes puntiagudos.
–"Me llamo Binky. Y si te quedas, te mostraré los secretos del bosque... ¡Pero cuidado! No todos los duendes son amigables. Algunos son un poco traviesos".
Lila asintió emocionada y siguió a Binky por senderos cubiertos de caramelos y flores que cantaban. Vieron hadas que tejían telas de raindrop, mariposas que hablaban en rimas y un estanque donde los patos hacían malabares con bolas de colores.
–"¡Guau! ¿Es todo esto real?", exclamó Lila.
–"Por supuesto, pero hay un problema. Para salir del bosque debes encontrar la llave mágica que está escondida en el Laberinto de los Susurros. Sin ella, no podrás volver a casa", dijo Binky, mientras su rostro se ponía serio.
Lila sintió un nudo en su pancita, pero la emoción superaba al miedo.
–"¡Vamos! No me da miedo, ni siquiera un laberinto", dijo con determinación. Y, con esa decisión, se pusieron en marcha.
Cuando llegaron al Laberinto de los Susurros, se dieron cuenta de que era un lugar lleno de espejos y arbustos. Cada vez que Lila daba un paso, podía escuchar susurros que le decían:
–"¿Estás segura de que puedes salir de aquí?"
Pero Lila sonrió y respondió a los susurros:
–"Sí, sé que puedo hacerlo. ¡Soy valiente!"
Con Binky a su lado, empezó a compartir sus pensamientos en voz alta, resolviendo los acertijos del laberinto, uno por uno. Cada respuesta correcta le permitía avanzar más, y poco a poco, la luz empezó a tomar forma a lo lejos. Finalmente, llegaron a un claro donde brillaba una llave dorada.
Lila corrió hacia ella y, justo al tomarla, escuchó a Binky gritar:
–"¡Cuidado!"
Era un duende travieso que había estado escondido.
–"¡Es mío! ¡No vas a salir de aquí!". El duende comenzó a hacer travesuras, intentando asustarlos, pero Lila no se asustó.
–"No podemos quedarnos aquí. La aventura nos está esperando", dijo Lila con firmeza.
Entonces, miró al duende travieso y le dijo:
–"Si quieres jugar, debes ayudarme a salir. Cada aventura es mejor cuando es compartida. Se más amable y podremos ir juntos a vivir más aventuras, ¿no crees?"
El duende, sorprendido por la valentía de la niña, se detuvo, reflexionó un momento y sonrió.
–"Está bien, tienes razón. Vamos juntos a salir. Te ayudaré con la llave".
Así que los tres, el duende Binky, el duende travieso y Lila, salieron del laberinto juntos, riendo y bromeando. Al llegar al borde del bosque, Lila giró a mirar una última vez.
–"¡Gracias por la aventura! Volveré a visitar a mis nuevos amigos", dijo, mientras levantaba la llave.
**Sin embargo** la llave empezó a brillar aún más cuando la tocó. Y, de repente, así como llegó, se sintió transportada de regreso a su hogar, en su pueblo.
FIN.