El bosque encantado de Mateo


Había una vez en un pequeño pueblo de Colombia, un niño travieso y desobediente llamado Mateo. A sus cortos 7 años, siempre buscaba la manera de escaparse de las reglas y meterse en problemas.

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, vio a lo lejos un cartel que decía "Prohibido pasar". Sus amigos le advirtieron que no debía ir más allá, pero Mateo, desafiante como era, decidió ignorar la advertencia y cruzar la línea.

Al otro lado del cartel, se encontró con un bosque misterioso y oscuro. A pesar del temor que sentía, su curiosidad lo impulsaba a seguir explorando.

De repente, escuchó una voz suave que le decía: "¿Por qué has decidido ignorar las reglas?". Mateo se dio vuelta asustado y vio a una anciana sabia mirándolo fijamente. "Lo siento señora, solo quería ver qué había aquí", respondió Mateo tímidamente.

La anciana le explicó que aquel bosque encantado solía ser un lugar lleno de magia y alegría, pero que la desobediencia de los niños lo había sumido en la oscuridad.

Le advirtió a Mateo sobre los peligros de no seguir las reglas y le pidió que ayudara a devolverle la luz al bosque cumpliendo tres tareas importantes. "Debes aprender a respetar las normas y cuidar el mundo que te rodea", dijo la anciana antes de desaparecer entre los árboles. Mateo entendió entonces la importancia de ser obediente y responsable.

Decidió embarcarse en esta aventura para salvar el bosque encantado.

En su primera tarea tuvo que plantar árboles para restaurar el equilibrio natural del lugar; en la segunda tarea debió rescatar a un pajarito herido mostrando compasión y cuidado; finalmente en su última tarea tuvo que reunir a todos los niños del pueblo para limpiar juntos el parque y mantenerlo ordenado. Con cada tarea cumplida, el bosque recuperaba poco a poco su brillo perdido.

Los pájaros volvían a cantar melodías alegres y las flores florecían con colores vibrantes. Mateo aprendió valiosas lecciones sobre responsabilidad, solidaridad y amor por la naturaleza.

Al finalizar sus tareas, la anciana sabia reapareció frente a él para felicitarlo por su valentía y determinación. "Gracias por devolverle la magia al bosque con tus acciones nobles", dijo ella con una sonrisa cálida. Desde ese día en adelante Mateo se convirtió en un ejemplo para todos los niños del pueblo.

Aprendió que ser obediente no significaba perder su esencia juguetona sino usarla para hacer el bien. Y así vivieron felices junto al bosque encantado donde cada risa resonaba como música en armonía con la naturaleza.

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