El bosque encantado de Rufus y Lila
Había una vez en Jericó, un perro fantasma llamado Rufus y un hada traviesa llamada Lila que eran grandes amigos y les encantaba explorar la naturaleza juntos.
Un día decidieron aventurarse en una ruta senderista por el bosque de Jericó, lleno de árboles frondosos y cascadas mágicas.
Mientras caminaban entre los senderos, Rufus y Lila se dieron cuenta de algo extraño: ¡había un montón de fantasmas rondando por el bosque! Los fantasmas parecían tristes y perdidos, y no sabían cómo desaparecer. Rufus y Lila sintieron compasión por ellos y decidieron ayudarlos. "¡Oh no, Rufus! ¿Qué podemos hacer para ayudar a estos pobres fantasmas?", preguntó Lila con preocupación. "No te preocupes, Lila.
He escuchado sobre una flor mágica que crece en lo más profundo del bosque. Se dice que esa flor tiene el poder de hacer desaparecer a los fantasmas", respondió Rufus con determinación.
Decididos a encontrar la flor mágica, Rufus y Lila continuaron su camino por el bosque. El sendero se volvía cada vez más oscuro y misterioso a medida que avanzaban.
Finalmente, llegaron a un claro donde brillaba una luz especial: ¡era la flor mágica que estaban buscando!"¡Mira, Lila! ¡Es la flor mágica! Con esto podremos ayudar a los fantasmas", exclamó Rufus emocionado. Pero entonces recordaron algo importante: si utilizaban la flor para hacer desaparecer a los fantasmas, también afectaría a Rufus ya que él era un perro fantasma.
Se encontraron en un dilema difícil: salvar a los fantasmas pero perder a su amigo o renunciar a la solución para mantenerse juntos.
Después de reflexionar profundamente, Rufus tomó una decisión valiente:"Lila, aunque me duela dejar este mundo otra vez, sé que es lo correcto. Quiero ayudar a estos fantasmas a encontrar paz". Lila abrazó con ternura al valiente perro fantasma y juntos recogieron la flor mágica.
Al acercarse a los fantasmas, la flor comenzó a brillar intensamente hasta que uno por uno fueron desapareciendo lentamente. Los fantasmas sonrieron al sentirse liberados finalmente mientras se desvanecían en el aire. Y justo antes de partir, dejaron una lluvia de luces brillantes como muestra de gratitud hacia Rufus y Lila.
Rufus cerró sus ojos pacíficamente mientras se fundía con las luces doradas; su figura canina se disipaba lentamente en el aire junto con los espíritus liberados.
Lila observaba con lágrimas en sus ojos pero también con orgullo por la valentía demostrada por su amigo. Sabía que aunque ya no estuviera físicamente presente, su espíritu siempre estaría cerca cuidándola.
A partir de ese día, cada vez que alguien paseaba por el bosque de Jericó podía escuchar ladridos lejanos acompañados del risueño tintineo de las alas del hada Lila; recordando así la increíble amistad entre un perro fantasma valiente y un hada generosa que juntos habían traído paz al bosque encantado.
FIN.