El Bosque Encantado de Tomás



Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de bosques, un niño llamado Tomás. Tomás era muy curioso y le encantaba explorar el bosquecillo que se encontraba cerca de su casa.

Un día, mientras caminaba por el bosquecillo, tropezó con algo brillante entre las hojas secas: ¡una lámpara mágica! Tomás frotó la lámpara y, para su sorpresa, apareció un genio. El genio le dijo a Tomás que le concedería tres deseos.

Tomás estaba emocionado y pensó cuidadosamente en lo que quería pedir. "Mi primer deseo es crear criaturas mágicas que habiten este bosquecillo", dijo Tomás emocionado.

El genio asintió y agitó su mano, haciendo que del suelo brotaran seres fantásticos de todos los colores y formas. Hadas danzaban en el aire, duendes correteaban entre los árboles y unicornios trotaban grácilmente por el prado. El bosquecillo se convirtió en un lugar lleno de magia y alegría.

Tomás estaba maravillado con lo que había logrado con su primer deseo, pero sabía que aún tenía dos más por cumplir. "Para mi segundo deseo, quiero poder hablar con los animales del bosque", pidió Tomás con entusiasmo. El genio sonrió y concedió su deseo.

De repente, los pájaros comenzaron a cantar palabras comprensibles, los conejos compartían historias divertidas y hasta los árboles susurraban secretos antiguos. Tomás se sentía como parte de un mundo encantado donde la comunicación fluía libremente entre todas las criaturas.

Con un último deseo por cumplir, Tomás reflexionó sobre lo que realmente anhelaba. Finalmente, decidió:"Para mi tercer deseo, quiero traer luz a aquellos lugares oscuros donde reine la tristeza". El genio asintió solemnemente y extendió sus manos hacia el horizonte.

De repente, destellos brillantes iluminaron las sombras más profundas del bosquecillo e incluso más allá de sus límites. La luz irradiaba esperanza y felicidad a todos los rincones antes oscuros.

Desde ese día en adelante, el bosquecillo de Tomás se convirtió en un lugar legendario donde criaturas mágicas vivían en armonía con la naturaleza; donde todos podían comunicarse entre sí sin barreras; y donde la luz siempre prevalecería sobre la oscuridad.

Y así fue como Tomás aprendió que los verdaderos deseos no solo pueden hacer realidad tus sueños más profundos, sino también traer bondad al mundo que te rodea.

FIN.

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