El Bosque Encantado y la Isla Secreta



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, un misterioso bosque encantado. Este bosque era conocido por sus árboles altos y sus flores de colores brillantes, que parecían brillar bajo la luz del sol. En el corazón de este bosque, había un secreto: una isla secreta que solo podía verse desde un claro especial. En esta isla, se decía que existía una poción mágica que concedía un deseo a quien la tomara.

Un día, tres amigos, Lila, Tomás y Mateo, decidieron aventurarse en el bosque para encontrar la isla secreta. Era una hermosa mañana y el canto de los pájaros los acompañaba en su camino.

"¿Crees que realmente existe la isla?" - preguntó Tomás.

"Por supuesto, estoy segura de que encontraremos la poción y podremos hacer nuestro deseo realidad" - contestó Lila, llena de entusiasmo.

"¿Y si es un peligro?" - dijo Mateo, un poco preocupado.

Pero Lila estaba decidida y, después de caminar un ratito, llegaron al claro. Al mirar alrededor, vieron que frente a ellos se extendía un lago brillante que reflejaba el cielo. En el centro del lago, había una pequeña isla llena de árboles frutales y flores exóticas.

"¡Miren! La isla está ahí, lo logramos!" - gritó Lila.

Sin pensarlo dos veces, los tres amigos decidieron construir una balsa con troncos y ramas. Después de mucho esfuerzo, lograron cruzar el lago y llegaron a la isla. Allí, encontraron un pequeño frasco que brillaba como ningún otro objeto que hubieran visto.

"¡La poción! ¡Sí!" - dijo Lila, emocionada.

"¿Pero qué deseamos?" - preguntó Mateo, mirando a sus amigos.

"Yo quiero que todos en el pueblo sean felices para siempre. Eso es lo más importante" - respondió Lila.

"Yo no estoy tan seguro... mejor que mi deseo sea tener mucha inteligencia para aprender todo lo que quiera" - dijo Tomás.

"Yo... yo solo quiero un poco de valor para enfrentar mis miedos" - añadió Mateo.

Después de deliberar, Lila propuso llenar el frasco con agua del lago y mezclarlo con sus deseos. Entonces, cada uno de ellos agregó algo simbólico al frasco: Lila puso una flor amarilla, Tomás un lápiz y Mateo una pequeña piedra.

Tan pronto como hicieron la mezcla, una luz brillante llenó el lugar.

"¡Miren!" - exclamó Mateo.

"¡Qué hermosa luz!" - dijo Tomás.

"¡Esto es mágico!" - agregó Lila, sin quitar los ojos de la luz.

De repente, la luz comenzó a disminuir y, en su lugar, apareció un férreo troll que custodiaba la poción.

"¡Detengan! Nadie puede tomar la poción sin pagar un precio" - dijo el troll, cruzando sus brazos.

Los tres amigos se miraron entre sí, confundidos.

"¿Qué precio?" - preguntó Lila, nerviosa.

"El precio de la lealtad: uno de ustedes debe quedarse en la isla para siempre" - respondió el troll con una voz grave.

"¡No! No puede ser, no podemos separarnos" - gritó Tomás.

"Yo puedo quedarme aquí" - ofreció Mateo. "Siempre he tenido miedo a enfrentar cosas nuevas, y esta podría ser mi oportunidad."

Lila y Tomás se quedaron boquiabiertos.

"No, Mateo, no puedes hacer eso!" - exclamó Lila, apenada.

"Es la única forma de seguir adelante. Lo importante es que ustedes puedan cumplir sus deseos" - respondió Mateo, con una sonrisa decidida.

En ese momento, Lila se dio cuenta de que la amistad y la lealtad eran más importantes que un deseo. "No, no lo haré, Mateo. Debemos encontrar otra manera!" - dijo, mirando al troll con firmeza.

Tomás también intervino: "¡Esperá! Yo puedo quedarme. Esta es mi oportunidad de aprender de todos los libros que hay aquí. Yo soy el que menos problemas tendría en la isla".

Pero antes de que el troll respondiera, Lila buscó el frasco donde habían mezclado sus deseos.

"Si hacemos un deseo colectivo, tal vez podamos salvar a Mateo. ¿Qué tal un deseo de libertad para que todos podamos volver juntos?" - propuso. El troll frunció el ceño, pero el brillo en sus ojos se volvió más suave.

"Así es, un deseo de libertad. Bien, hagan el deseo juntos. Una sola voz, por favor" - dijo el troll.

Uno al lado del otro, los tres amigos unieron sus manos y a la cuenta de tres gritaron:

"¡Deseamos ser libres y felices todos juntos!"

De repente, el frasco estalló en una luz intensa, y el troll sonrió.

"¡Vaya! Nunca había visto tal unión. Su deseo se cumple, nadie se queda atrás" - dijo el troll, mientras las luces los llevaban a casa.

Cuando regresaron al claro, los amigos se abrazaron, felices de estar juntos nuevamente, sin haber perdido su amistad. Habían aprendido que la verdadera magia y la fuerza de los deseos proviene de la unión, la lealtad y el amor entre amigos.

A partir de aquel día, los chicos compartieron su experiencia con todos en el pueblo, recordando siempre que la verdadera aventura estaba en aprender a valorarse unos a otros en cada paso del camino.

FIN.

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