El Bosque Encantado y la Lucha por la Tierra
En un pequeño pueblo rodeado de un frondoso bosque, un grupo de niños conformado por Lía, Tomás y Sofía, se reunía cada tarde para jugar. Sin embargo, comenzaron a notar que el bosque, que solía estar lleno de vida, se estaba secando y marchitando. Las flores ya no florecían como antes, y los animales estaban desapareciendo.
Un día, mientras exploraban una nueva parte del bosque, encontraron un mural de grafito que decía: "¡SOS, necesitamos tu ayuda!". Allí, Lía, que era la más curiosa, propuso investigar. "¿Quién habrá hecho esto?", preguntó.
Tomás, que siempre tenía ideas creativas, sugirió que podrían buscar respuestas entre los árboles. "Tal vez los árboles nos cuenten qué está pasando". Todos quedaron de acuerdo. Caminando un poco más, encontraron un viejo roble que parecía charlar entre dientes.
"¿Qué sucede, señor árbol?" -preguntó Sofía, con su voz suave y amable.
"¡Ah, pequeños! Este bosque ha sido encantado por un mago malvado llamado Morphet. Quiere que el bosque muera para poder construir un gran castillo y gobernar todo este lugar. Sin árboles, no hay vida y él se alimenta de la tristeza y la desesperación de las criaturas que aquí viven".
Los niños se miraron entre sí asustados, pero también decididos. "¡No podemos permitir que eso pase!", exclamó Lía. De repente, apareció un destello de luz y apareció una bruja llamada Mireya.
"Hola, pequeños valientes. He estado observándolos. Soy Mireya, una bruja de la naturaleza. Quiero ayudarles a salvar el bosque".
"Pero, ¿cómo?" -preguntó Tomás, intrigado.
Mireya les dio un plan. "Primero, deben recolectar semillas de los árboles más fuertes antes de que el mago las destruya. Luego, con magia natural, podrán hacer que las semillas crezcan rápidamente."
Los niños comenzaron a trabajar, riendo y jugando mientras recolectaban semillas de todos los colores. Sin embargo, Morphet supo de su plan y decidió hacerles una trampa. Utilizó su magia oscura para crear una tormenta que asustara a los niños y así evitar que recojan las semillas.
Pero Mireya los guió. "¡No se detengan! Deben concentrarse en el amor que sienten por el bosque y el deseo de ayudar a sus amigos".
A pesar de la tormenta, los niños siguieron adelante y comenzaron a plantar las semillas en el claro del bosque.
Morphet, furioso, apareció ante ellos. "¿Qué creen que están haciendo en mi bosque?" -gruñó, con su voz oscura.
"¡Estamos salvando nuestro hogar!", gritó Lía, valiente.
Mireya actuó rápidamente. "¡Detente, Morphet! La vida siempre encuentra una manera. Este bosque es nuestro y siempre lo defenderemos". Con un movimiento de su varita, conjuró un muro de flores que bloqueó la furia de Morphet.
Los niños, sintiendo el poder de Mireya y el amor por la naturaleza, comenzaron a cantar una canción que uno de ellos había creado. Era una melodía sencilla, pero llena de esperanza. "Crece, florece, vamos a cuidar. Este bosque hermoso, lo vamos a amar".
Planeta se unió a su canto, y la magia de su amor hizo que las semillas comenzaran a brotar. Morphest se dio cuenta de que su poder no podía competir con la bondad y la unión de los niños, así que, furioso, se desvaneció en la oscuridad, llevándose consigo la tormenta.
Con el tiempo, el bosque comenzó a revivir. Los árboles florecieron y los animales regresaron a su hogar. Lía, Tomás y Sofía hicieron un pacto con Mireya y el bosque, prometiendo cuidar de él siempre. Se volvieron los guardianes del bosque y enseñaron a todos en su pueblo sobre la importancia de proteger la naturaleza.
Así, el bosque encantado prosperó una vez más y los niños aprendieron que, aunque enfrentaran obstáculos, juntos podían hacer un cambio en el mundo.
"Gracias, bruja Mireya, por enseñarnos a luchar", dijo Sofía, sonriendo.
"Nosotros somos los que debemos cuidar nuestro hogar, siempre", agregó Tomás, mirando a Lía.
Y así, el bosque y los niños vivieron en armonía, cuidando de su hogar y enseñando a otros el valor de la naturaleza y la unión.
A medida que pasaba el tiempo, el pueblo se unió a su causa, organizando jornadas de reforestación y reciclando. Todos aprendieron que con pequeños actos pueden lograr grandes cambios. El bosque nunca volvió a estar en peligro.
Y cada vez que oían el suave susurro de las hojas, los niños recordaban su aventura y el poder de la amistad y la naturaleza.
FIN.