El bosque mágico de Amarilla
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Verdejito, un bosque encantado lleno de árboles altos, plantas de todos los colores y un suelo muy fértil. Sin embargo, a lo largo de los años, los habitantes del pueblo se olvidaron de cuidar del bosque. El lugar se comenzó a secar y la vegetación empezó a desaparecer. Un día, dos amiguitos, Lila y Tomás, decidieron que era hora de hacer algo al respecto.
"¿Ves cómo el bosque está perdiendo su color?" - dijo Lila mirando triste a su alrededor.
"Sí, Lila. Los animales ya no vienen a jugar aquí y las flores ya no florecen como antes" - respondió Tomás con preocupación.
Lila, que era muy curiosa, siempre había oído de un viejo sabio llamado Don Árbol, un gigante de madera que habitaba en el centro del bosque y conocía todos sus secretos.
"¡Debemos encontrar a Don Árbol!" - exclamó Lila. "Él sabe cómo revivir el bosque!"
Tomás asintió con entusiasmo y juntos se adentraron en el bosque. Caminaron durante horas, hasta que finalmente encontraron a Don Árbol, que estaba protegido por una espesa bruma.
"¿Quiénes son los intrusos que osan acercarse a mí?" - preguntó Don Árbol con voz profunda.
"¡Hola, Don Árbol! Somos Lila y Tomás, y queremos saber cómo podemos ayudar a que el bosque vuelva a ser como antes" - respondieron los dos, un poco asustados pero decididos.
"Para restaurar la magia de este lugar, necesitarán tres cosas: semillas, agua y amor por la naturaleza. ¿Están listos para la aventura?" - preguntó el sabio árbol.
"¡Sí, claro!" - gritaron juntos.
Entonces, Don Árbol hizo un gesto y, de repente, una puerta mágica se abrió en su tronco. Desde ahí, las semillas comenzaron a flotar hacia ellos.
"Tomen estas semillas y busquen el arroyo que fluye con el agua más pura. Una vez que consigan el agua, ¡plantaremos las semillas!" - dijo Don Árbol con una sonrisa.
Lila y Tomás salieron corriendo y encontraron el arroyo. Pero, cuando llegaron, se dieron cuenta de que alguien había tapado el agua con piedras y hojas secas.
"Oh no, ¿qué haremos?" - se lamentó Tomás.
"¡Debemos destapar el arroyo!" - sugirió Lila con determinación.
Ambos comenzaron a quitar las piedras y las hojas. Tras varios esfuerzos, lograron liberar el flujo del agua.
"¡Lo hicimos!" - gritó Tomás, mientras el agua regresaba a su cauce.
"Ahora, volvamos con las semillas" - dijo Lila, emocionada.
Regresaron donde Don Árbol y lo encontraron esperando ansioso. Juntos, plantaron las semillas en el suelo fértil. Don Árbol dijo unas palabras mágicas y, en cuestión de minutos, comenzaron a brotar pequeñas plantas y flores.
"¡Miren cómo crecen!" - exclamó Tomás.
"¡El bosque está volviendo a vivir!" - dijo Lila, con los ojos brillantes.
Pero de repente, un fuerte viento comenzó a soplar y una sombra oscura cubrió el bosque. Era el espíritu del bosque olvidado, un ser que había estado triste por la falta de cuidado.
"¿Por qué molestarme?" - preguntó con voz sombría.
"No queremos molestarte, solo queríamos revivir el bosque" - respondió Lila, temblando.
"¡Pueden hacerlo! Necesitan cuidar esto todos los días. Si solo plantan y se van, todo se marchitará de nuevo" - dijo el espíritu, mientras se desvanecía lentamente.
Lila y Tomás se miraron, entendiendo que su aventura no había terminado. Tenían que cuidar el bosque todos los días para que siguiera creciendo y floreciendo. Así fue como, con la ayuda de sus vecinos, decidieron organizar una jornada de limpieza y reforestación cada semana.
El bosque pronto se llenó de vida nuevamente, con árboles verdes, flores de colores y animales que regresaron a su hogar.
"¡Lo logramos, Tomás!" - exclamó Lila, feliz.
"Sí, pero esto es solo el comienzo. ¡Sigamos cuidando de nuestro bosque!" - respondió Tomás, con una gran sonrisa.
Y desde entonces, el bosque mágico de Amarilla se convirtió en el tesoro de Verdejito, y todos aprendieron a amar y cuidar la naturaleza. Lila y Tomás nunca olvidaron la lección que les enseñó Don Árbol y se comprometieron a proteger su hogar, convirtiéndose en verdaderos guardianes de la naturaleza.
Así, Verdejito floreció para siempre, gracias a la valentía y el amor por el ambiente de dos pequeños amigos.
FIN.