El Bosque Mágico de Arcoíris



En un rincón lejano del mundo, existía un bosque mágico lleno de árboles altísimos y flores de todos los colores. Este bosque era abrazado por un cielo azul brillante, donde un arcoíris siempre brillaba al final de las tardes soleadas. Los animales y las plantas en este lugar vivían en armonía, pero había un pequeño problema: el árbol más grande del bosque, un majestuoso roble que se llamaba Don Roble, había perdido su color.

Un día, mientras tres amigos exploraban el bosque, se toparon con Don Roble. Eran Lila, la pequeña ardilla que siempre estaba buscando aventuras; Tito, el sabio búho que siempre tenía una historia lista para contar; y Mía, la curiosa conejita que quería descubrir el mundo.

"¡Chicos, miren ese árbol!" – exclamó Lila, al ver que Don Roble lucía triste y marchito.

"Es verdad, Lila. No tiene el hermoso color verde que solía tener. ¿Qué le habrá pasado?" – respondió Mía con preocupación.

"Debemos ayudarlo. Tal vez hacer un viaje hasta el final del arcoíris nos dé la respuesta" – sugirió Tito, con su voz profunda y calmada.

Así que, llenos de entusiasmo, los tres amigos decidieron emprender la aventura. Se despidieron del bosque y comenzaron su búsqueda. Mientras caminaban, se encontraron con una serie de desafíos: cruzaron ríos caudalosos, escalaron colinas empinadas y se adentraron en cuevas misteriosas.

En cada nuevo lugar, conocieron a diferentes criaturas que les ofrecían consejos. Una tortuga sabionda les dijo:

"Recuerden, amiguitos, la clave está en la amistad y la colaboración. Juntos pueden lograr grandes cosas".

Después de un largo camino, por fin llegaron al final del arcoíris. Allí, encontraron un pequeño duende que cuidaba un cálido fuego.

"¡Hola, aventureros!" – saludó el duende con alegría. – "¿Qué los trae hasta aquí?"

"Hemos venido a buscar colores para ayudar a Don Roble, que se siente triste y marchito" – explicó Mía.

El duende sonrió y dijo:

"Los colores del arcoíris son super especiales. Pero no se pueden recoger así como así. Deben buscar el color de la amistad, el de la esperanza y el de la alegría. Si lo logran, regresarán con los colores que necesita Don Roble".

Los tres amigos se miraron, comprendiendo que su viaje no solo era físico, sino también un aprendizaje sobre lo que significa ser amigos. Decidieron regresar al bosque y organizar una fiesta para reunir a todos los animales y plantas del lugar, haciendo que cada uno compartiera su color especial.

"¿Qué les parece si hacemos una gran fiesta y cada uno trae algo que represente su color?" – propuso Lila.

Los animales se entusiasmaron con la idea. El zorro trajo hojas naranjas, el pájaro ofreció plumas amarillas, y hasta el pez del río donó algunas escamas brillantes. Con esos colores recolectados, los amigos pintaron a Don Roble con toda la alegría del colorido que habían logrado juntar.

Cuando terminaron, el árbol recuperó su esplendor y agradeció a sus pequeños amigos.

"¡Gracias, mis pequeños! Su amistad y esfuerzo han traído la vida de nuevo al bosque. Nunca olviden que los verdaderos colores vienen de su corazón".

Desde ese día, el bosque brilló más que nunca. Lila, Tito y Mía aprendieron que la verdadera magia no solo se encuentra al final de un arcoíris, sino en las pequeñas acciones de amor y amistad que compartimos cada día. Y así, el bosque se llenó de risas, colores y, lo más importante, unión entre todos sus habitantes.

FIN.

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