El bosque mágico de Felipe y Vicente
Había una vez dos hermanos, Felipe y Vicente, que estaban muy emocionados porque iban a pasar unas vacaciones de aventura junto a su abuela Marta. Decidieron irse de mochileros y explorar la naturaleza en busca de nuevas experiencias.
El primer día, la abuela Marta les enseñó algunos conceptos básicos de supervivencia, como encontrar agua potable y construir un refugio improvisado. Los niños escucharon con atención y se sintieron preparados para lo que vendría.
Al día siguiente, decidieron escalar una montaña cercana. La subida fue agotadora pero valió la pena cuando llegaron a la cima y disfrutaron de las impresionantes vistas panorámicas.
Mientras descansaban, se dieron cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo: un monstruo gigante apareció frente a ellos. - ¡Oh no! ¡Un monstruo! - exclamó Felipe asustado. Pero para sorpresa de los niños, el monstruo no era malvado en absoluto. Resultó ser amigable y juguetón.
Les hizo reír con sus travesuras y les mostró un camino secreto hacia el bosque encantado. Emocionados por esta nueva aventura, siguieron al monstruo hasta llegar al bosque mágico. Allí encontraron árboles gigantes y animales parlanchines que les contaron historias fascinantes sobre el lugar.
Mientras exploraban el bosque encantado, comenzó a oscurecerse rápidamente. La abuela Marta sugirió que deberían pasar la noche allí mismo en su carpa para disfrutar plenamente del entorno natural. - ¡Vamos a hacer una fogata! - exclamó Vicente emocionado.
Los niños recolectaron ramas y hojas secas, mientras la abuela Marta les enseñaba cómo encender el fuego de manera segura. Una vez que la fogata estuvo encendida, se sentaron alrededor del cálido fuego y compartieron historias divertidas.
De repente, escucharon un ruido extraño proveniente de los arbustos cercanos. Todos se asustaron por un momento, pero luego vieron salir a un pequeño conejito perdido. - Parece que este conejito también quiere disfrutar de nuestra fogata - dijo Felipe riendo.
El conejito se acercó lentamente y se acurrucó junto a ellos. Era tan lindo y amigable que decidieron adoptarlo como su mascota durante el viaje.
Pasaron una noche maravillosa en el bosque, disfrutando de la compañía del monstruo bueno y del nuevo amigo animal. Aprendieron muchas lecciones sobre supervivencia, confianza y amistad en esta aventura inolvidable. Al día siguiente, despidiéndose del bosque encantado, los niños prometieron volver algún día para seguir explorando sus secretos.
Con su nueva mascota a cuestas, emprendieron el camino de regreso a casa con corazones llenos de gratitud por todas las experiencias vividas junto a su valiente abuela Marta.
FIN.