El Bosque Mágico de Juan
Era un día radiante cuando Juan decidió aventurarse a caminar por el bosque que estaba cerca de su casa. Al caminar por senderos llenos de árboles y flores, escuchó un suave ladrido. Cuando se asomó, vio a un perro de pelaje dorado que lo saludaba moviendo la cola.
"¡Hola, amigo!" - dijo Juan emocionado. "¿Cómo te llamás?"
"Soy Luno, el guardián de este bosque mágico" - respondió el perro.
Juan sintió una gran curiosidad y decidió seguir a Luno. Al poco tiempo, llegaron a un claro donde una sorprendente vista lo dejó sin palabras: criaturas fantásticas danzaban entre árboles de colores brillantes y ríos de agua cristalina.
"¿Qué es todo esto, Luno?" - preguntó Juan con asombro.
"Es el Reino de los Sueños, un lugar donde la imaginación no tiene límites. Aquí, podés ser quien quieras ser" - le explicó Luno mientras lo guiaba.
Juan se unió a un grupo de duendes que jugaban a las escondidas y a hadas que volaban de un lado a otro. Cada rincón del bosque ofrecía nuevas experiencias: navegar en botes de hoja con reflejos dorados, montar en un unicornio que brillaba con luz propia y aprender canciones de los pájaros que parecían tener el poder de hacer que las flores florecieran aún más.
Pasaron horas jugando, riendo y creando recuerdos que Juan sabía que jamás olvidaría. Pero cuando el sol comenzó a esconderse detrás de los árboles, el cielo se pintó de colores anaranjados y lilas, y Juan sintió que era hora de regresar.
"Debo irme, Luno. ¿Te veré de nuevo?" - preguntó Juan con algo de tristeza.
"Claro que sí, Juan. Siempre que mantengas viva tu imaginación, este lugar siempre te recibirá de nuevo" - contestó Luno con una sonrisa.
Al llegar a casa, Juan se encontró a su hermano menor, Pedro, en la mesa de la cocina, que lo miraba curioso.
"¡Juan! ¿De dónde venís? Estás todo sucio de tierra" - dijo Pedro.
"¡Tuve un día increíble! Encontré un perro que me llevó a un mundo mágico donde jugué toda la tarde" - exclamó Juan con entusiasmo.
"¿Un mundo mágico? ¡No puede ser!" - respondió Pedro, abriendo mucho los ojos.
"Sí, y, ¡te invito a que vengas mañana!"
"¡No puedo esperar!" - gritó Pedro, lleno de energía.
Al día siguiente, después de un gran desayuno, Juan llevó a su hermano hacia el mismo lugar donde había conocido a Luno. Pero al llegar, el claro estaba vacío.
"¿Seguro que acá era?" - preguntó Pedro, inseguro.
Juan miró hacia el horizonte, buscando a su nuevo amigo.
"¡Luno!" - gritó Juan. "¡Luno!"
"Quizás no vino porque no crees en la magia, Pedro" - sugirió Juan, sintiendo que debía encontrar otra forma de acceder al bosque.
"Pero, sí creo. Solo que me da un poco de miedo" - admitió Pedro.
"No hay por qué tener miedo. La magia vive en nuestros corazones. Si jugamos y soñamos juntos, quizás podamos encontrarlo de nuevo" - animó Juan.
Entonces, ambos comenzaron a jugar en el claro, haciendo lo posible para imaginar el bosque mágico. De pronto, un suave ladrido resonó entre los árboles, y, para su sorpresa, apareció Luno.
"¡Hola, Juan! ¡Hola, Pedro! Veo que han activado la magia de su imaginación" - dijo Luno, saltando feliz.
"¡Lo sabía!" - exclamó Juan. "¿Vamos a jugar?"
"Por supuesto, hoy hay un torneo de saltos de las hadas. ¡Y ustedes son los invitados especiales!"
Así, Juan y Pedro pasaron un día lleno de aventuras, demostrado que la magia no solo existe, sino que crece con la unión y la imaginación de dos hermanos. Aprendieron que a veces, no hace falta un mundo mágico entero, sino las ganas de compartir momentos juntos para crear su propia magia.
Cada vez que regresaban al bosque, se sentían más fuertes y cercanos, sabiendo que la verdadera magia reside en los lazos que construyen y en la libertad de soñar.
FIN.