El bosque mágico de la amistad
Había una vez un pequeño duende llamado Tito que vivía en un bosque encantado. A diferencia de otros duendes, a Tito le encantaba conocer nuevas personas y hacer amigos.
Mientras los demás duendes se dedicaban a sus tareas diarias, él se aventuraba por el bosque en busca de compañía. Un día, mientras exploraba cerca del río, escuchó risas provenientes de detrás de unos arbustos. Sin pensarlo dos veces, se acercó sigilosamente para averiguar qué estaba sucediendo.
Para su sorpresa, encontró a un grupo de animales jugando juntos: había un conejito saltando entre las flores, una ardilla trepando árboles y una mariposa revoloteando alrededor. Tito no pudo evitar sonreír al verlos tan felices. - ¡Hola! -exclamó emocionado-.
Soy Tito, ¿puedo unirme a su juego? Los animales lo miraron con curiosidad y después intercambiaron miradas entre ellos. - ¡Claro que sí! -dijo el conejito-. Siempre es divertido tener nuevos amigos.
A partir de ese día, Tito comenzó a pasar mucho tiempo con sus nuevos amigos animales. Juntos reían, jugaban y exploraban el bosque mágico. Pero pronto se dio cuenta de que había más criaturas en el bosque con las que podría hacer amistad.
Una mañana soleada, mientras caminaba por el sendero del bosque, vio algo brillante en la distancia. Se acercó corriendo y descubrió una hermosa hada sentada junto a una fuente. - ¡Hola! -saludó Tito con entusiasmo-. Soy Tito, el duende.
¿Y tú? El hada sonrió y respondió:- Hola, Tito. Soy Lucía, un hada del bosque. Es un placer conocerte. Tito y Lucía comenzaron a charlar y se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común.
Ambos amaban la naturaleza y disfrutaban pasar tiempo con sus amigos. Desde ese día, se volvieron inseparables.
Con el paso del tiempo, Tito se hizo amigo de más criaturas mágicas del bosque: elfos juguetones, gnomos traviesos e incluso algunos trolls amigables. Su círculo de amigos seguía creciendo cada día. Un día, mientras exploraba una cueva escondida en las profundidades del bosque, Tito escuchó un llanto proveniente de una esquina oscura.
Se acercó cauteloso y encontró a un pequeño dragón solitario. - ¿Qué te sucede? -preguntó Tito con ternura-. ¿Por qué estás triste? El dragón levantó su cabeza llorosa y respondió:- Todos me tienen miedo por ser diferente. Nadie quiere ser mi amigo.
Tito sabía exactamente cómo se sentía el pequeño dragón porque él también había pasado por momentos similares antes de encontrar a sus amigos animales y mágicos. - No te preocupes -dijo Tito con voz tranquilizadora-. Yo quiero ser tu amigo.
Y estoy seguro de que si das una oportunidad a los demás, también querrán conocerte mejor. El pequeño dragón miró a Tito con incredulidad, pero decidió darle una oportunidad.
Juntos, salieron de la cueva y se unieron a los demás en el bosque. Para sorpresa de todos, los demás animales y criaturas mágicas aceptaron al dragón con los brazos abiertos. Descubrieron que era un compañero leal y divertido.
Desde aquel día, Tito enseñó a todos en el bosque la importancia de buscar amistades sin prejuicios. Aprendieron que no importaba si eran diferentes o provenían de mundos distintos; lo único que importaba era compartir momentos especiales juntos.
Y así fue como el pequeño duende llamado Tito logró crear una comunidad llena de amor y amistad en el bosque encantado, donde cada criatura encontró su lugar especial y vivió feliz para siempre.
FIN.