El bosque mágico de los castaños


Daniel Lemos era un niño aventurero y curioso que vivía en el campo.

Un día, mientras paseaba por los alrededores de su casa, se topó con algo maravilloso: ¡un bosque lleno de castaños! Sus ojos se iluminaron de emoción al ver las enormes y frondosas copas de los árboles. Sin perder un segundo, Daniel corrió hacia el primer castaño que encontró y comenzó a reagarrar las castañas caídas en el suelo.

Estaba tan emocionado con su descubrimiento que no se dio cuenta de que había dejado atrás a sus amigos del colegio, Tomás y Martina. Al cabo de un rato, Tomás y Martina lo alcanzaron jadeando. "¡Daniel! ¡Espera!", gritaron mientras trataban de recuperar el aliento.

Daniel se detuvo sorprendido y les preguntó: "¿Qué pasa? ¿Por qué están tan cansados?". Tomás respondió entre respiraciones agitadas: "Nos costó mucho alcanzarte porque estabas corriendo muy rápido".

Martina asintió con la cabeza mientras intentaba recuperar el aliento también. Daniel sintió una punzada de culpa por haberlos dejado atrás sin darse cuenta. "Lo siento chicos", dijo apenado. "Estaba tan emocionado con este bosque de castaños que no me di cuenta".

Martina sonrió comprensiva y le dijo: "Está bien, Daniel. Pero la próxima vez avísanos antes de salir corriendo como un rayo". Los tres amigos rieron juntos y continuaron caminando hacia el bosque.

Mientras exploraban el bosque de castaños, los niños se encontraron con un pequeño riachuelo. Se acercaron para observar el agua cristalina que fluía suavemente entre las piedras. "¡Qué bonito!", exclamó Daniel. De repente, una rana saltó desde la orilla del riachuelo y se posó frente a ellos.

La rana parecía tener algo importante que decirles. "-Hola chicos", croó la rana en voz baja pero clara. Los niños quedaron sorprendidos al escuchar hablar a la rana. "-¿Eres una rana mágica?", preguntó Martina emocionada.

La rana asintió con la cabeza y les explicó: "-Soy una guardiana del bosque de castaños y estoy aquí para enseñarles algo muy valioso". Los ojos de los niños brillaron de emoción mientras escuchaban atentamente.

"-En este bosque, cada castaña tiene un deseo especial", continuó la rana mágica. "-Si plantan una castaña con amor y cuidado, su deseo se hará realidad". Los tres amigos miraron asombrados las castañas que habían recolectado hasta ese momento.

Decidieron llevar algunas a sus casas para plantarlas en sus jardines. Con mucho entusiasmo, cada uno eligió una castaña y comenzaron a imaginar qué deseo pedirían si este realmente se cumplía.

Daniel deseaba tener más amigos con quienes compartir aventuras; Tomás deseaba ser un gran futbolista; y Martina deseaba ayudar a los animales heridos. Juntos regresaron a casa y plantaron las castañas en macetas especiales. Cuidaron de ellas con amor, regándolas todos los días y asegurándose de que recibieran suficiente luz solar.

Los días pasaron y las castañas comenzaron a brotar. Los niños se emocionaron al ver cómo sus deseos tomaban forma en pequeñas plantas. Daniel compartió su alegría con Tomás y Martina, quienes también celebraban el crecimiento de sus castañas.

Con el tiempo, las plantitas se convirtieron en hermosos árboles de castaño. Daniel hizo nuevos amigos que disfrutaban tanto como él de la naturaleza y las aventuras.

Tomás mejoró su habilidad en el fútbol y Martina encontró formas de ayudar a los animales heridos en su comunidad. Los tres amigos aprendieron una valiosa lección: cuando se desea algo con todo el corazón y se trabaja arduamente para lograrlo, los sueños pueden hacerse realidad.

Así, Daniel, Tomás y Martina continuaron explorando juntos el bosque de castaños, sabiendo que cada paso que daban era un nuevo desafío esperando ser conquistado.

Y mientras caminaban entre risas y juegos, siempre recordaban la magia que habían descubierto en aquel mágico lugar lleno de castaños.

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