El Bosque Mágico de María
Era un hermoso día de otoño y María decidió salir a caminar por el Bosque Encantado. Las hojas caían suavemente de los árboles, creando una alfombra multicolor en el suelo.
El aire fresco acariciaba su rostro mientras avanzaba entre los senderos. María estaba fascinada con la belleza del bosque, pero algo en el ambiente le parecía extraño. De repente, escuchó un ruido que la hizo detenerse en seco.
Se dio vuelta rápidamente y vio a un animalito asustado escondido detrás de un arbusto. Era un pequeño zorrito que temblaba de miedo. María se acercó despacio para no asustarlo aún más y dijo: "No tengas miedo, pequeño zorrito, no te haré daño".
El zorro levantó tímidamente la cabeza y miró a María con sus ojitos brillantes. "¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan asustado?" -preguntó María con ternura.
El zorro respondió tímidamente: "He perdido a mis papás en este bosque y no sé cómo volver a casa". María sintió mucha compasión por el pequeño zorrito y decidió ayudarlo. Sabía que debía encontrar una forma de guiarlo hasta su hogar seguro y salvo. "Tranquilo, amiguito.
Yo te ayudaré a encontrar a tus padres", le aseguró María con una sonrisa tranquilizadora. Tomaron juntos el camino hacia lo más profundo del bosque, siguiendo las huellas dejadas por los zorros.
Mientras avanzaban, María y el zorrito se encontraron con otros animales del bosque que también necesitaban ayuda. Había un pajarito con su ala lastimada, una ardilla sin hogar y un conejito perdido. María no dudó ni un segundo en ofrecerles su ayuda a todos ellos.
Con paciencia y bondad, curó el ala del pajarito, construyó una casita para la ardilla y guió al conejito de regreso a su madriguera. Después de mucho caminar, finalmente llegaron a la guarida de los padres del pequeño zorro.
María sintió una alegría inmensa al ver cómo se reunían nuevamente en un abrazo cálido y amoroso. Los padres del zorrito estaban muy agradecidos por toda la ayuda brindada por María.
Le dijeron que ella era una verdadera amiga de los animales y que siempre estarían en deuda con ella. María sonrió felizmente y les respondió: "No hay nada más hermoso que ayudar a quienes lo necesitan".
Regresando a casa, María sintió en su corazón una gran satisfacción por haber hecho algo bueno por esos animales indefensos. Comprendió que cada uno puede marcar la diferencia si está dispuesto a tender una mano amiga cuando alguien lo necesita. A partir de ese día, María decidió convertirse en protectora del Bosque Encantado y sus habitantes.
Cuidaría de ellos como si fueran parte de su propia familia. Y así fue como María aprendió que hasta las situaciones más asustadoras pueden convertirse en oportunidades para hacer el bien y ser un héroe en la vida de otros.
FIN.