El Bosque Mágico y el Número 10
Era un hermoso día soleado en el pueblo de Arcoíris, y la Tía Rossana tenía una idea brillante: quería conocer al número 10 y presentarlo a los niños y niñas del pueblo en el sorprendente Bosque Mágico. La Tía Rossana siempre había creído que los números tenían vida propia y que cada uno tenía su propia historia.
"Hoy voy a salir en busca del número 10", dijo la Tía Rossana emocionada. Con su sombrero de flores y su mochila llena de sorpresas, partió hacia el Bosque Mágico. Cada paso que daba resonaba con un crujido bajo sus pies y el viento le susurraba secretos.
Al entrar al bosque, la Tía Rossana notó que el lugar brillaba con colores vibrantes. Todo estaba cubierto de flores resplandecientes y los árboles parecían bailar al ritmo del viento. Los pequeños animales la miraban curiosos, como si supieran que algo especial iba a suceder.
Mientras caminaba, se encontró con un grupo de niños que estaban jugando en un claro.
"¡Hola, chicos!", saludó la Tía Rossana con alegría. "Hoy vamos a buscar al número 10. Quiero que lo conozcan y descubran todo lo que puede hacer".
"¡Sí! ¡Queremos conocerlo!", gritaron todos al unísono, llenos de entusiasmo.
"Sigamos caminando juntos, tal vez él nos encuentre a nosotros", sugirió la Tía Rossana. Los niños y niñas formaron un círculo alrededor de ella y comenzaron a seguirla. Pronto, escucharon un murmullo divertido entre los arbustos.
"¿Qué será eso?", preguntó Juanita, la más curiosa del grupo.
"Vamos a averiguarlo", dijo la Tía Rossana, acercándose con cautela.
Al asomarse, vieron a un pequeño zorro jugando con algo que se parecía a un número. A medida que se acercaron, pudieron ver que en sus patas tenía un brillante número 0.
"¡Hola! Soy el Zorro Cero, ¿quieren jugar conmigo?", exclamó el zorro, saltando alegremente.
"¡Nos encantaría! Pero estamos buscando al número 10", explicó la Tía Rossana.
"¡Ah! Pero el número 10 no está lejos de aquí. Solamente lo pueden encontrar si resuelven un enigma", les dijo el Zorro Cero.
"¿Qué enigma?", preguntó Lucas, emocionado.
"Necesito que me digan cuántas patas tienen 10 zorros juntos. Una pista: cada zorro tiene 4 patas."
Los niños comenzaron a contar en voz alta.
"4... 8... 12..." dijo Clara.
"¡No! ¡Es 40!", gritó Juan, entusiasta.
"¡Correcto!", dijo el Zorro Cero. "Ahora pueden seguir su camino. El número 10 los espera en el Lago de las Respuestas".
Los niños y la Tía Rossana agradecieron al Zorro Cero y se dirigieron al lago. Cuando llegaron, el agua brillaba como un espejo. De pronto, una figura emergió del agua resplandeciente. Era el número 10, ¡brillante y amistoso!"¡Hola, niños! ¡Soy el número 10!", saludó con alegría.
"¡Hola!", dijeron los niños, llenos de asombro.
"He estado esperando que me encuentren. Vengo con un mensaje especial: los números son importantes en la vida cotidiana. Sin ellos, no podríamos contar las estrellas, medir las distancias ni jugar muchos juegos", explicó el número 10.
"¡Es verdad!", exclamó la Tía Rossana. "¡Los números son mágicos!"
—"Exacto" , continuó el número 10. "Y mi número es especial porque soy la base de muchas cosas: en matemáticas soy perfecto para sumar, restar, multiplicar y dividir. Además, juntos podemos crear muchas combinaciones divertidas".
"¿Cómo, número 10?", preguntó Clara.
"Por ejemplo, si suman 4 y 6, obtienen 10. Si multiplican 5 por 2 obtienen 10. Y así, mis amigos, podemos jugar creando sumas y restas", respondió el número 10 entusiasmado.
Los niños se miraron y empezaron a practicar sumas y restas con el número 10, riendo y jugando.
Después de un rato, el número 10 dijo: "Recuerden, siempre que necesiten ayuda, solo piensen en mí. He sido y seré su aliado en el mundo de los números".
Finalmente, el número 10 se despidió y volvió a sumergirse en el lago.
"¡Hasta la próxima!", resonó su voz.
La Tía Rossana y los niños regresaron a casa llenos de alegría, sabiendo que habían hecho un nuevo amigo en el bosque mágico y habían aprendido algo valioso sobre el número 10. Desde ese día, los números ya no eran solo cifras, sino amigos con historias que contar.
Y así, cada vez que veían el número 10, recordaban su aventura en el Bosque Mágico, donde los números vivían y jugaban entre risas y magia.
FIN.