El Bosque Misterioso y el Deseo de Tomás



Tomás era un niño de 12 años que, junto a su fiel perrito Rocco, solía explorar el bosque que rodeaba su casa. Un día, decidió aventurarse un poco más lejos de lo habitual. Mientras exploraban, un repentino ruido hizo que Rocco se asustara y corriera en dirección contraria. Tomás intentó seguirlo, pero pronto se dio cuenta de que había perdido al pequeño.

"¡Rocco! ¡Vuelve aquí!" - gritó Tomás, preocupado por no encontrar a su compañero.

La tarde comenzó a oscurecerse, y nubes amenazantes cubrieron el cielo. Justo cuando el viento se llevó algunas hojas por el aire, Tomás sintió que su corazón se oprimía.

"Por favor, no dejes que llueva..." - murmuró, mirando hacia arriba, casi como si pudiera hablar con el cielo.

En ese momento, un rayo de sol brilló a través de las nubes y la lluvia, que parecía inminente, se detuvo. Tomás sintió como si el tiempo se hubiera congelado.

Decidido, continuó buscando a Rocco. Caminó entre los árboles, llamando a su perro con la esperanza de oír su ladrido.

"¡Rocco! ¡Dónde estás!" - gritó una vez más.

Después de minutos que parecieron horas, Tomás escuchó un leve ladrido a lo lejos. Sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia el sonido. Encontró a Rocco atrapado en un arbusto espinoso.

"¡Rocco! ¡Te encontré!" - exclamó Tomás, aliviado.

Con cuidado, liberó a su amigo, quien saltó sobre él con alegría, llenándolo de lamidas.

"Nunca más te alejes así, amigo" - dijo Tomás entre risas, acariciándolo.

Justo cuando se dieron la vuelta para regresar a casa, el cielo comenzó a nublarse nuevamente. Rápidamente, comenzaron a correr hacia la dirección que creían correcta. Pero los árboles altos y densos les impedían ver cualquier camino claro.

"¿Y si estamos perdidos otra vez?" - se preguntó Tomás con voz temblorosa.

"¡No te preocupes! ¡Yo te guiaré!" - ladró Rocco, como si pudiera entender la preocupación de su dueño.

Tomás se rió. A veces, su imaginación lo llevaba a lugares divertidos. En ese instante, las nubes comenzaron a romperse y dos aves pasaron volando justo por encima de ellos, dirigiéndose a una sección del bosque donde la luz penetraba.

"¡Mirá, Rocco! Sigamos a las aves, ¡quizás saben el camino!" - dijo Tomás, lleno de energía.

Siguiendo a los pájaros, Tomás se sintió más seguro. Después de un rato, llegaron a un claro donde podía ver el sendero que lo llevaba directamente a su casa.

"¡Lo logramos, Rocco!" - gritó Tomás, con alegría en su voz.

Mientras corrían por el sendero, la lluvia finalmente comenzó a caer, pero ahora sólo unas ligeras gotas, como si el cielo se contentara de verlos regresar juntos.

Cuando llegaron a casa, Tomás abrazó a Rocco y lo miró a los ojos

"Nunca más nos separaremos, prometido" - dijo solemnemente.

Esa noche, mientras tomaba su libro favorito, Tomás recordó la experiencia. A veces, las cosas se complican, pero siempre hay esperanza. Y todo se siente mejor cuando estamos rodeados de quienes amamos.

"Gracias, Rocco, por ser el mejor compañero que un niño podría tener" - murmuró para sí mismo mientras se acomodaba para dormir.

Y desde esa noche, cada vez que miraba al cielo y veía que las nubes se oscurecían, Tomás sonreía y decía "Traé las aves.

Si ellos saben el camino, yo también."

Así aprendió que incluso en los momentos difíciles, nunca hay que perder la esperanza, porque siempre hay una manera de encontrar el camino de regreso.

Y Rocco, su leal amigo, siempre estaría a su lado para acompañarlo en cada aventura.

FIN.

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