El Bosque Perdido de los Dragones



En un rincón distante del mundo, rodeado de montañas y ríos cristalinos, se encontraba el Bosque Perdido. Allí, vivían dragones de todos los colores: rojos como el fuego, azules como el cielo, verdes como la esperanza y amarillos como el oro. Pero aunque eran criaturas increíbles, los habitantes del pueblo cercano los temían, creyendo que eran peligrosos y aterradores.

Un día, un niño llamado Martín Yauli decidió que quería conocer a los dragones. Con su valentía y curiosidad, se adentró en el bosque. Caminó entre los árboles altos y escuchó el suave susurro del viento. De repente, un gran dragón rojo apareció frente a él, sus escamas brillaban como el sol.

"¿Quién osa entrar en mi territorio?" - preguntó el dragón con voz profunda.

"Soy Martín, y vengo a conocerte. No quiero hacerte daño, solo quiero saber más sobre ustedes" - respondió Martín, sintiendo un cosquilleo de miedo, pero también emoción.

El dragón, sorprendido por la valentía del niño, decidió invitarlo a su hogar. "Ven, pequeño humano. Te mostraré cómo vivimos en armonía. Todos piensan que somos fieros, pero eso no es más que un mito. Aquí, en el Bosque Perdido, cuidamos unos de otros y de la naturaleza".

Martín siguió al dragón a un claro mágico donde se reunía una comunidad de dragones. Había dragones de todos los colores, volando y jugando entre sí. Al verlos, Martín quedó maravillado.

"¡Son tan hermosos!" - exclamó Martín emocionado.

"Gracias, pequeño amigo. Cada uno de nosotros tiene un propósito y juntos creamos magia en este bosque" - dijo el dragón verde, que tenía un brillo especial en sus escamas.

Martín pasó el día aprendiendo sobre los dragones. Los adultos se contaban historias, mientras los más jóvenes mostraban sus trucos de vuelo. Pero al caer la noche, el dragón amarillo, el más viejo, se acercó a él.

"El verdadero poder de los dragones no está en nuestros fuegos o en nuestro tamaño, sino en nuestra bondad y amistad. Recuerda esta lección, Martín. La verdadera grandeza está en ser amable y ayudar a los demás" - le dijo con una sonrisa.

Al terminar el día, Martín se despidió de sus nuevos amigos y prometió contarle al pueblo la verdad sobre los dragones.

De regreso en su casa, Martín reunió a todos los niños del pueblo y les narró su increíble aventura. "Los dragones son amigos, no enemigos. Son protectores del bosque y de nosotros mismos" - les decía con fervor.

Con el tiempo, el pueblo y los dragones comenzaron a construir una relación de confianza. Juntos, cuidaron el bosque y aprendieron a respetar la naturaleza.

Y así, Martín Yauli se convirtió en el puente entre dos mundos. Gracias a su valentía y curiosidad, los dragones y los humanos vivieron en armonía, demostrando que, a veces, lo desconocido puede convertirse en algo mágico cuando se enfrenta con el corazón abierto.

FIN.

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