El Bosque Sabio de Verde Claro



En un pequeño pueblo llamado Verde Claro, había un hermoso bosque que era el hogar de muchos animales y plantas. Sin embargo, la basura empezaba a acumularse en sus senderos y ríos, y muchos de sus habitantes estaban preocupados. Una mañana soleada, la maestra Ana, que enseñaba en la escuela primaria del pueblo, decidió que era hora de actuar.

"¡Chicos!", dijo la maestra Ana con entusiasmo. "He notado que nuestro querido bosque está cubierto de basura, y debemos hacer algo para ayudarlo. ¿Quieren unirse a mí?"

Los alumnos, llenos de energía, comenzaron a alzar la mano.

"¡Sí!", gritó Martín. "Podemos hacer un día de limpieza en el bosque".

"¿Y si invitamos a nuestros papás?", sugirió Valentina. "Así podremos trabajar todos juntos".

"Yo puedo hablar con mis vecinos", agregó Lucas, decidido.

Al día siguiente, la maestra Ana organizó una reunión con los padres en la escuela. Con dibujos de lo que era el bosque y lo que se había convertido, hizo un llamado a la acción.

"Queridos padres, necesitamos su ayuda para proteger nuestro bosque. Los niños están muy entusiasmados con la idea de hacer una limpieza. ¿Nos apoyan?"

Las manos comenzaron a alzarse.

"Claro que sí, queremos ayudar!", dijo Clara, la mamá de Valentina.

"Podemos traer bolsas de basura y guantes", mencionó Don Alfredo, el papá de Martín.

Y así, quedó fijada la fecha para la gran limpieza del Bosque Sabio. Todos estaban emocionados y se preparaban para el evento. Los chicos hicieron carteles y los colgaron por todo el pueblo.

Finalmente, el día de la limpieza llegó. Al amanecer, todos se reunieron en la plaza del pueblo, emocionados y listos para trabajar. Trajeron galletas, agua y, sobre todo, una gran disposición para cuidar la naturaleza.

"¡Vamos, Verde Claro! ¡A limpiar el bosque!", gritó Ana mientras los niños aplaudían.

Mientras caminaban hacia el bosque, se encontraron con un pequeño zorrito atrapado entre la basura.

"¡Oh no!", exclamó Valentina. “¡Pobre animalito!".

"No te preocupes, lo ayudaremos", dijo Lucas, llenándose de valentía.

Los niños rápidamente hicieron espacio y liberaron al zorrito, que sorpresivamente se quedó un momento mirando a los niños, como agradeciéndoles. Fue un momento mágico. Pero la aventura no terminó ahí. Al llegar al bosque, se dieron cuenta de que había más que solo basura: algunas ramas estaban caídas, y debían podar algunos arbustos.

"¡Vamos a hacer un equipo!", propuso Martín. "Un grupo recoge la basura, otro poda, y otro cuida a los animales".

"¡Sí! ¡Es una gran idea!", respondieron todos al unísono.

Como un equipo, los niños se distribuyeron las tareas. Algunos recogieron botellas y bolsas, mientras otros ayudaron a las aves a construir sus nidos, usando ramas que habían caído.

Al final del día, el bosque brillaba como el sol. Las familias estaban satisfechas porque no solo habían limpiado, sino que también habían aprendido a cuidar el entorno.

"Miren cómo se siente el bosque ahora", dijo la maestra Ana, alzando la vista hacia los árboles que parecían agradecer el esfuerzo.

"¡Es hermoso!", exclamó Valentina. "Tendremos que volver a limpiarlo una vez al mes".

"Y siempre recoger los residuos que encontremos", agregó Lucas.

Ese día, el bosque no solo se salvó, sino que el sentido de comunidad se reforzó y todos en Verde Claro se sintieron parte de un mismo equipo. Cada uno se comprometió a cuidar de su hogar y a no dejar caer basura otra vez.

Mientras volvían a casa, el zorrito los siguió hasta la entrada del bosque y, desde lejos, les guiñó un ojo como un símbolo de gratitud.

Y así, el Bosque Sabio de Verde Claro continuó siendo un lugar mágico, lleno de vida, amistad y aprendizaje. Todos entendieron que juntos, podían hacer una gran diferencia y que cuidar el medio ambiente era un compromiso de todos.

Desde ese día, el bosque se llenó de risas, juegos y educación sobre la importancia de cuidar lo que amamos, porque en unidad, los pequeños pueden lograr lo grandioso.

FIN.

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