El bosque y la valentía de Ale



Un día soleado, Ale y sus amigos decidieron aventurarse en el bosque que estaba cerca de su barrio. Con mochilas llenas de snacks y mucha energía, se adentraron entre los árboles, ignorando las advertencias de los adultos sobre los peligros del bosque.

"¡Mirá cuántos árboles!" – exclamó Ana mientras señalaba hacia arriba, maravillada por las copas de los árboles que parecían tocar el cielo.

"Seguro que hay un montón de animales, ¡quiero ver uno!" – dijo Lucas, moviéndose emocionado por el lugar.

A medida que caminaban, la luz del sol se iba desvaneciendo entre el follaje y empezaron a sentir un poco de frío.

"Tal vez deberíamos volver, eh" – sugirió Ale, sintiendo que algo no andaba bien.

"¡No! ¡Está todo bien! Solo un ratito más" – respondió Javier, que estaba decidido a seguir.

Sin embargo, después de un rato, escucharon un ruido extraño entre los arbustos.

"¿Qué fue eso?" – preguntó Ana, temerosa.

"Sólo un pájaro, no te asustes" – intentó tranquilizarlos Lucas, aunque su propio corazón latía fuerte.

De pronto, un gran oso negro apareció frente a ellos. Era imponente, con un pelaje brillante y ojos que parecían mirar directo al alma de cada uno.

"¡Corran!" – gritó Ale, y sus amigos no dudaron en seguir su consejo. Comenzaron a correr, pero el oso los seguía, cauteloso y ágil. Uno a uno, sus amigos empezaron a caer. Ana tropezó y el oso la alcanzó primero. Luego, fue el turno de Lucas, que se desvió entre los árboles. Javier, intentando ayudar a sus amigos, se distrajo y fue lo mismo.

Ale se sentía aterrorizado.

"¡No! ¡No!" – gritó mientras veía a sus amigos desaparecer tras los árboles.

Con el pánico en su corazón, decidió que tenía que hacer algo. Se acordó de las historias que su abuelo le había contado sobre los osos y sus instintos. Recordó que lo mejor era no mostrar miedo, así que se detuvo, respiró hondo y dio un paso al frente.

"¡Oso! ¡Soy Ale! Solo quiero hablar, no te quiero hacer daño" – gritó, en un intento de calmar a la bestia. Para su sorpresa, el oso se detuvo. Parecía confuso, observando al chico con curiosidad.

Ale, entendiendo que el oso solo había defendido su territorio, comenzó a hablarle con suavidad.

"Entiendo que esto es tu casa y nosotros somos solo visitantes..."

Pok, pok. El oso se acercó un poco más, pero aún así se mantenía firme. Ale se sintió valiente y decidió dar un paso más. Agachó la cabeza, pudo notar cómo el oso se relajaba lentamente.

"No quiero que nadie más salga lastimado, sólo quiero que todo esté tranquilo. ¿Qué podemos hacer para que te sientas cómodo?" - dijo Ale sin apartar la mirada del oso.

El oso, sintiendo la calma de Ale, decidió que no era enemigo. Con un movimiento suave de su pata, empujó un arbusto cercano. Ale se dio cuenta que el oso solo estaba protegiendo su hogar.

Entonces, con voz temblorosa, pero firme, añadió:

"Entiendo que hay lugares que están hechos para nosotros y otros que deben ser respetados. No volveremos a molestar tu espacio"

El encuentro se tornó tranquilo. Ale se quedó quieto mientras el oso, finalmente, se dio la vuelta y se alejó hacia lo profundo del bosque. Ale se sintió aliviado.

Durante toda la jornada, había aprendido lecciones valiosas: la importancia de la amistad, del respeto por la naturaleza y, sobre todo, de la valentía. A pesar de haber perdido a amigos, se comprometió a no olvidar su historia y a ser un protector del bosque.

Así fue como Ale regresó a casa, no solo como un chico que había sobrevivido, sino como un guardián del bosque que prometía cuidar el hogar de aquellos que no tienen voz.

Y aunque en su corazón siempre llevaría la tristeza por sus amigos, también llevaba la promesa de que su valentía haría la diferencia.

FIN.

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