El botón de cuatro ojales
Había una vez un niño llamado Teo, a quien le encantaba explorar el bosque cerca de su casa. Un día, mientras jugaba entre los árboles, encontró un misterioso botón de cuatro ojales.
- ¡Vaya, qué cosa más extraña! -exclamó Teo al recoger el botón del suelo. Sin embargo, al intentar usarlo en su ropa, descubrió que no servía para nada. Por eso, decidió tirarlo lejos.
Justo cuando estaba a punto de deshacerse del botón, una anciana misteriosa y mágica apareció frente a él. Su cabello blanco y su sonrisa cálida hicieron que Teo se detuviera.
- Hola, joven Teo. Veo que has encontrado algo muy especial -dijo la anciana en tono misterioso.
- Es solo un botón que no sirve para nada. Estoy a punto de tirarlo -respondió Teo con desilusión.
La anciana, con un brillo en sus ojos, le ofreció algo inesperado a Teo. Era un pequeño y brillante dedal.
- Te daré este dedal a cambio del botón. Pero ten cuidado, este dedal tiene un poder extraordinario. Puede conceder deseos a quienes lo necesiten. Tú serás el guardián de este increíble poder -explicó la anciana.
Emocionado por la perspectiva de tener un poder tan extraordinario, Teo aceptó el trueque y se despidió de la anciana, preguntándose quiénes podrían necesitar sus deseos.
Desde ese día, Teo llevaba consigo el dedal mágico a todas partes. Un día, mientras paseaba por el pueblo, vio a una niña triste que no tenía juguetes para jugar. Sin dudarlo, Teo le concedió el deseo a la niña, quien sonrió con alegría al recibir el juguete que siempre había deseado.
Poco a poco, Teo se dio cuenta de que el dedal le permitía ayudar a las personas que más lo necesitaban. Con cada deseo concedido, su corazón se llenaba de felicidad al ver las sonrisas de quienes habían sido beneficiados.
Finalmente, Teo comprendió que el verdadero poder del dedal no residía en la magia, sino en la bondad y la generosidad con las que lo usaba. Desde entonces, se dedicó a mejorar la vida de las personas a su alrededor, demostrando que un simple botón que parecía inútil podía llevarlo a vivir grandes aventuras y a descubrir el verdadero valor de la generosidad.
FIN.